jueves, 13 de diciembre de 2018

Esteban Peicovich


04 /

El hombre se vació. Perdió su interior. Es un animal foráneo de sí. Homo cascarudo. Se desconectó del árbol, del arco iris, del caballo. Usa perfumes robados a la flor, cruza perros, deforma vacas, mezcla reinos. Dejó de caminar. Perdió el latido del corazón. Se desactivó de sí. No diferencia nuevo de viejo. No produce experiencia. No hace historia. No decide nada de lo que hace. Come, viste, fornica, piensa según impulsos de mercado. Es el pelele que ignora que lo es. No imagina. Se mueve por pulsiones. A diferencia del refinado homo sapiens le da lo mismo amanecer que anochecer. No percibe la lluvia, salvo para quejarse. Es el anti-Hamlet. ¿No ser o no ser? Tal es su dilema. Pero lo desconoce.


14 /

Así como los asesinos necesitan volver al sitio del crimen, los que se van del lugar de su infancia un día regresan para ver cómo fue que allí sucedió otro crimen.


19 /

Si bien uno no es medieval, no es difícil suponer que las brujas, cuando veían al diablo, lo primero que hacían era apretar con más fuerza su palo de escoba entre las piernas.


32 /

Partí de Berisso. Recorrí la Tierra. Llegué a la luna. Ya no puedo bajar. Estoy cansado.


37 /

Porque creo en el Eclesiastés, creo que llegará el día en que los negros cultiven tulipanes y los ingleses porten grilletes en sus rosados pies.


60 /

Habría que acordar un largo silencio hospitalario. Cerrar el pico. Apagar los televisores. Poner las cosas del mundo a la altura de los ojos campesinos. Sumar el largo haber de piedras tropezadas. Darle un vaso de agua  a Sísifo. Poner de nuevo el numerador en año cero. Ver de no caer otra vez en este o aquel siglo. Llamarlo Génesis.


65 /

Todos los días uno se encuentra con gente sorprendente en el espejo.


83 /

Cierta vez, yendo por la calle Trípoli de Berisso, me detuve ante un escaparate donde había un espejo. Me acerqué y, desde la calle, a través de la vidriera, vi mi rostro más de otro que nunca. Es posible que haya sido entonces cuando empecé a enloquecer. Ese que apareció suplantándome frente a mi propia cara me hizo otro.


88 /

La poesía es el viaje maravilloso que hacemos al partir del musgoso, antiguo puerto del significado literal y obvio de las palabras, para ir al encuentro de los significados metafóricos y asombrosos que nos aguardan a los costados, en los lindes, en los pliegues de esas mismas palabras maltratadas por el sentir y el pensar ociosos.


91 /

Lejos, hace muchos años, yo era mirado como un bello joven sentado en un tren que marchaba hacia el futuro, de igual modo que ahora miro yo desde unos ojos antiguos que insisten en continuar perpetuando la imagen del tren con un joven que podría ser mi doble en el tiempo.


95 /

Si antes de nacer desconocía que iba a ser quien soy, ¿por qué debería ahora saber quién seré después de morir? Las opciones son múltiples y de variado reino. Crisantemo, cerdo, nogal, río... Puede que sea un río
Y me cae bien. Un río de provincia. Un río menor, no registrado por la cartografía. Un río infantil.


106 /

Ante un alrededor hosco, soy hosco. Ante un entorno dulce, soy dulce. Mi yo es una pajarita de papel.


133 /

Con el arribo de la ancianidad, la experiencia se ocupa de desmontar poco a poco al ego hasta dejarlo con fecha vencida y confirmar así la sospecha de que uno no era más que un hombre común.


143 /

Hay un animal que necesita ser querido más que el resto de los animales. Por eso es el más triste.


154 /

La historia de mi padre es la biografía de Europa. Nació en una aldea, peleó en una guerra civil (toda guerra europea lo es), se hundió en un barco de guerra en el Adriático, se hizo a la vela en el Mediterráneo, cayó preso en Estambul (seis días), recibió un permiso de los reyes belgas para cruzar el territorio en busca de trabajo, empaquetó azúcar en Lille, hurgó carbón en Amberes, y tras escuchar una moderna versión de la leyenda de El Dorado, duda entre Uruguay y Nueva Zelanda. Alguien en Montevideo le señala la orilla de enfrente y es allí donde recomienza otro juego de azar. Aquí una mujer imagina su rostro y lo espera. De allí en más, planificado por el misterio, su destino se hará cotidiano. Lo cual no excluye el milagro. Como se sabe desde Breton, “algo realmente extraordinario no dejará de suceder”. Y a esa mujer y a él les sucedo yo.

155 /

El tiempo no es más que nuestra incapacidad, cada vez mayor, de permanecer vivos.


165 /

Es seguro que si ella fuese africana andaría en lo suyo más cómoda culturalmente. Pero verla conversar de manera animada con ollas, retar a frascos que se caen, gritar a la tetera por el zumbido del hervor o ensañarse con los tomates cuando llegan verdes es una condición que la aleja de las formalidades y usos verbales de la fauna urbana. Tiene, a su vez, una particular inclinación por los árboles de las plazas, a los que abraza con plenitud que deseo para mí.


166 /

El hombre siempre fue más moderno para el mal que para el bien. Todos sus cambios de tecnología tuvieron inicialmente un destino más inclinado a hacer penar al prójimo que a cobijarlo.


184 /

La palabra está antes y espera la llegada del cuerpo. La palabra continúa después, cuando el cuerpo ya se fue, a la espera de otro cuerpo que la despierte. Cada época abre una nueva boca a la poesía. Lo nuevo debe ser nombrado y lo viejo debe cambiar otra vez a nuevo.


210 /

Les tengo miedo a los barcos porque no sé nadar. No me asustan los aviones pues lo mío es volar.


215 /

Alguien me amenaza informándome haber descubierto en mis textos un ominoso pasado animal. Insiste en que soy un animista de cabo a rabo. Le agradezco el diagnóstico, pues me resulta un acto de justicia. Soy bípedo, implume, familiar y fragilísimo si se me suelta en la calle. Me aterra lo público. Como mono latente, no encuentro nada más peligroso que un hombre navaja en mano.


223 /

Si se aceptan las leyes del mercado, se debería aceptar que, económicamente, yo (o cualquiera) valgo mucho. No abundo. Soy uno solo. Luego, mi precio debería estar por las nubes.


227 /

Misa a orillas del mar. Bañistas que se acuestan para ver hundirse el sol. Formación Magritte de nubes que viajan hacia el Este. Última luz.


272 /

El hombre sueña, viaja, piensa y ama con el único fin de no estar en sí mismo. Esa perdida estación que es su persona le resulta, en principio, inútil y falta de sentido. En compensación, inventa artilugios (arte, turismo, el otro) para mudar de paisaje.


284 /

Un cura produce oraciones. Un amante, temblor. Un equilibrista, angustia. Un poeta, sueños. Producción altamente inflamable y sin valor en el mercado.


289 /

La prueba de que la vida tiene un propósito estético es que (dándole tiempo) el dinosaurio se convierte en ruiseñor.


297 /

La muerte no es más que un problema de vivienda. No tener datos previos del domicilio que tocará. El cementerio tiene toda la traza del campamento de paso, de sala de espera, con muy poca actividad, al menos de día.


334 /

La única condición que me distingue es la de haber recorrido la vida sin dejar morir al niño de los inicios.  Hoy, a los ochenta, lo soy. Las células jadean, los huesos chirrían, se deforma el muñeco carnal, pero el infante lozano lo asiste en su andadura por el jardín de los asombros. Ignoro qué, quién, dispuso que el tiempo me distinguiera así. Lo considero una gracia. De tal índole que la muerte deberá dejarle paso a este niño soberano, independiente de mí, cuando el hombre acabe. Cuando suceda, saltará hacia el nuevo asombro. Pino, pez, jazmín, ornitorrinco. La fiesta continúa.


354 /

Tuve una infancia dura. Tengo una vejez tierna. Mis extremos no se tocan.


365 /

Yo no soy yo. Soy mi padre que quiso que yo fuera lo que él no fue.         

Fuente: Soliloquio, Esteban Peicovich, Ed. M14E, Rosario, 2018.

Esteban Peicovich nació en Zárate el 22 de diciembre de 1929 y falleció en Buenos Aires el 28 de junio de 2018. Fue poeta, escritor y periodista. Cuando sólo tenía tres años, sus padres, de origen croata, se trasladaron a Berisso, donde pasó su infancia y su juventud. “En ese Berisso –confesó en una nota– me doctoré: cociné puchero a los 7 años, recurrí a Dios (por miedo a los fantasmas) a los 9, me enamoré de la Chiappe a los 10 (Dios la guarde), porté la bandera papal al confirmarme a los 12, descubrí que una mujer es más que Bécquer a los 14 (gracias Felisa), llegué a ser metafísico a los 15 y a ganar mi primer sueldo como pesador de chilled beef en un frigorífico en el que entré a los 16 y del que pude huir hacia el periodismo sólo a los 28”. Y añadió, más adelante: “De joven, soñaba con irme al mundo. Y me fui. Mi primera París fue La Plata. La segunda, Buenos Aires. Y así Praga, Budapest, Brujas, Delhi, Tokio, tantas. Un viaje demasiado largo para descubrir al fin que todas ellas estaban en Berisso”. Antes de “irse al mundo”, estudió en el colegio industrial Albert Thomas y en la Escuela de Periodismo de La Plata. En una de sus visitas a esta ciudad, tras muchos años de ausencia, declaró: “Los lazos que me unen a La Plata son tan fuertes como los que me ligan a Berisso. Aquí solía recorrer las librerías junto a Jorge Paladini... Aquí amé, sufrí, soñé y conjugué ese verbo que, después de ‘amar’, es el más hermoso: ‘esperar’. Sin la esperanza los hombres ya no existiríamos”. Fue precisamente en un diario platense, El Día, donde publicó sus primeros poemas con el seudónimo Paul Montain. En 1958, cansado del frigorífico, empezó a trabajar en diario Clarín, convirtiéndose en redactor, columnista y crítico de cine. Su labor en dicho medio lo hizo acreedor del Premio Nacional Kraft al mejor periodista de diarios de 1963. Poco después, en 1964, pasó a ser secretario de redacción del diario La Razón. Ese mismo año, estando de vacaciones en España, consiguió entrevistar al general Juan Domingo Perón, que llevaba casi una década de mutismo. Fruto de tal encuentro es el libro Hola, Perón, publicado al año siguiente. Simultáneamente con su actividad gráfica, ejerció por entonces el periodismo radial y televisivo. Entre 1974 y 1987 vivió en España, desempeñándose como corresponsal de diversos medios, lo que lo llevó a recorrer más de cincuenta países. Luego de regresar a la Argentina en 1988, se afincó de manera estable en Buenos Aires, condujo los programas Sin verso por canal 7, Noche abierta por Radio Nacional y Los palabristas por Radio Ciudad. Asimismo, fue columnista del diario La Nación y columnista dominical de la edición digital del diario Perfil. En 2014, la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires lo declaró Personalidad Destacada de la Cultura. Su obra literaria y periodística incluye, entre otros, los siguientes libros: Palabra limpia de mí (1960), La vida continúa (1963), Hola, Perón (1965), Historia viva (1966), Introducción al camelo (1967), La poetisa analfabeta (1974), Reportaje al futuro (1974), El último Perón (1975), Borges, el palabrista (1980), Instrucciones al pavo real (1993), La bañera azul (1994), Poemas plagiados (2000), Gente bastante inquieta (2001), Así nos fue (2002), El ocaso de Perón (2007), Nuevos poemas plagiados (2009) y Soliloquio (2018). Este último, publicado póstumamente, recoge 365 fragmentos de distinto tenor escritos a lo largo de varios años. Acerca de su relación con la escritura, señaló no hace mucho: “Toda vida es biografía: ‘vida a escribir’. En mi caso, bien larga ya. Soy siglo 19 por formación, 20 por perdición y 21 por desesperación. Paisajes que me llevaron del soneto inicial al monólogo poético, al relato, el cuento, la novela y la crónica periodística. En todos ellos me place y alimenta permanecer en atenta cuidadosa ignorancia. Para ello cultivo con gusto cierta infancia madura y militante. Dudo que la realidad sea real. Al menos, parte de ella. Por eso mis filias y fobias me aproximan más a un arrojador de botellas al mar que al típico escritor testimonial terrero, hecho y derecho”.

Foto: Esteban Peicovich. Fuente: Wikipedia.

jueves, 15 de noviembre de 2018

Horacio Preler


Símbolos

Un extranjero recorre las calles
de una ciudad desconocida.
El misterio se encierra
en los extraños laberintos.
Los hombres pasan unos junto a otros,
sólo los viejos conocidos se saludan
con las ceremonias de costumbre.
Nos entendemos pobremente,
apenas delineamos los contornos del gesto
articulando símbolos heroicos
para superar el desamparo.

Fuente: Lo abstracto y lo concreto, Horacio Preler, Ediciones Dead Weight, Buenos Aires, 1973.


Mediocridad

La natural mediocridad a todos nos concierne,
nos acompaña en las extrañas actitudes
con que desarrollamos una idea.
Es el atuendo insospechado del concepto,
la libertad del incipiente ser
que elude su propio fundamento.
Es más aún,
la posibilidad de morir sin estridencias.

Fuente: Lo abstracto y lo concreto, Horacio Preler, Ediciones Dead Weight, Buenos Aires, 1973.


La muerte de un poeta

Un poeta muere como cualquier hombre.
Se desploma de pronto
o padece una larga enfermedad.
Abandona entonces a sus hijos,
sus afectos y sus pequeños lujos:
su infancia,
la carta de un amigo
y algunos libros que lo encallecieron.
Además,
los poemas que nadie escribirá por él.

Fuente: La razón migratoria, Horacio Preler, Editorial Cuarto Poder, 1977.


El señor Gianni

Todas las tardes junta las hojas
que el viento ha volteado
y las mete en un hoyo.
Enciende una fogata y espera.
Después riega las plantas,
va de aquí para allá
atento a cada extraño brote,
cuidando que todo crezca en orden,
que nada perturbe su labor,
como un dios que no ha perdido la esperanza.

Fuente: La razón migratoria, Horacio Preler, Editorial Cuarto Poder, 1977.


Casa vacía

Alguien alguna vez hará el inventario de las cosas,
levantará papeles, abrirá los cajones de un escritorio
antiguo, revisará bibliotecas, estanterías,
muebles, aparatos usados, buscando explicación
a tanta fantasía.
Nada perdurará para dar testimonio.
Uno se lleva todo. Sus historias,
la clave de sus miedos, la lóbrega codicia,
la indiferencia, el odio,
los almanaques viejos.
Entonces encontrarán escobas en todos los rincones,
trapos de piso, humedad,
los restos de comida que han quedado en el plato.

Fuente: Lo real, nuestra casa, Horacio Preler, edición del autor, 1991.


Los sueños

Los sueños son los animales de la noche.
No hay forma de apaciguar su hambre.
A veces crecen con la nostalgia
y se oye la voz de la conciencia
descendiendo lentamente por la oscuridad
de la carne.

Fuente: Cinco poetas capitales, Ana Emilia Lahitte, Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 1996.


El edificio de la duda

Levantamos el edificio de la duda
con los cimientos de la infancia.
El viejo teorema de la palabra
equilibra el péndulo de la locura
y fija el fin de la mentira.
Las antiguas paredes son asediadas
por los constructores del futuro.
Una sencilla máquina quiere descifrar
el enigma de la cruz
y la eterna condición humana.
Cuando el viento de la razón lo azote,
el edificio resistirá.

Fuente: Cinco poetas capitales, Ana Emilia Lahitte, Editorial Vinciguerra, Buenos Aires, 1996.


Las llaves

La tarde resta a la vida
semanas de silencios.
La niebla confunde al viajero
en la vía muerta de una ciudad cercada.
Es poco para un desconocido que ve la aurora
desde la morada del llanto.
Las preguntas apuran al desprevenido,
casi sin equipaje,
casi al borde de la muerte,
empeñado en abrir puertas
y buscar las llaves sin retorno
de la sabiduría absoluta,
llaves que el viajero había perdido,
sin saberlo,
en el momento de partir.

Fuente: Zona de entendimiento, Horacio Preler, Ediciones del Copista, 1999.


Rostros

Su madre suele repetir palabras incoherentes
y se confunde con los nombres y los días.
Los años vividos están clavados en sus manos
de gruesas nervaduras,
en sus pequeños huesos
que avanzan despiadados
y amenazan quedarse con su cuerpo.
Su alma se sostiene
apenas apoyada en un hilo de luz.

Cuando regresa a su casa, recorre su soledad,
enciende una pequeña lámpara
y envuelve en una vieja tela todos los recuerdos.
El tiempo dibuja patios antiguos,
calles arboladas,
paredes descoloridas,
disfraces que aprendió a querer,
rostros que abandonaron el rencor,
rostros de la primavera,
y el sol, que no cesaba de brillar.

Fuente: Zona de entendimiento, Horacio Preler, Ediciones del Copista, 1999.


Zona de entendimiento

A veces pensamos que la soledad
es una cosa que podemos manejar
como si fuera una materia inerte.
Vemos la claridad desde la ventana
mientras la brisa mueve las cortinas.
El perro duerme debajo de la silla
y las horas pasan
como un ciego tanteando las baldosas.
En la mesa se amontonan libros y papeles.
Entonces nos acomodamos en un rincón
y buscamos imágenes de un paisaje ignorado.
Todo el silencio regresa de la calle
y se sitúa en la casa.
Nada se mueve, nadie habla.
La tarde es un atajo,
una zona de entendimiento
que nos mira desde la eternidad.

Fuente: Zona de entendimiento, Horacio Preler, Ediciones del Copista, 1999.


Intrusión

Una palabra desconocida andaba por la casa.
Poseía un poder absoluto sobre las cosas:
podía romper espejos
y destruir la ventana opaca de la materia.
Hablaba de piedras de percepción
y discurría hasta el amanecer
en una lengua primitiva.
Descubrió paisajes delineados en la oscuridad
y tomó apuntes de una realidad innecesaria.
Finalmente encontró
el principio elemental de lo desconocido,
aquello que escapaba al límite de la razón.

Fuente: Silencio de Hierba, Horacio Preler, Ediciones del Copista, Córdoba, 2001.


Soledad

El invierno llega
para instalarse en la mueca de los días.
La impaciencia del olvido
se arrastra por la memoria
y el corazón de un viejo, herido de muerte,
golpea a las puertas de las casas vacías.
Un escarabajo destruye
el regocijo del amanecer
y las raíces de los árboles
sienten el dolor del parque abandonado.
Las baldosas sueltas de la calle
miden el paso de los que se detuvieron sin llamar.
El frío nos cala hasta los huesos,
entonces, la soledad se dispersa en el viento
como el celo de una mariposa.

Fuente: La vida se interroga, Horacio Preler, Ediciones Al Margen, La Plata, 2012.

Horacio Preler nació en La Plata el 21 de septiembre de 1929 y falleció en la misma ciudad el 6 de agosto de 2015. Fue abogado y poeta. Publicó los siguientes libros de poesía: Institución de la tristeza (1966), Lo abstracto y lo concreto (1973), La Razón migratoria (1977), El ojo y la piedra (1981), Lo real, nuestra casa (1991), Oscura memoria (1992), Zona de entendimiento (1999), Silencio de hierba (2001), Casa vacía (2003), Aquello que uno ama (2006), La vida se interroga (2012) y Pájaros oscuros (2013). Poemas suyos fueron incluidos en diversas antologías poéticas y publicados en numerosos medios gráficos y electrónicos, como así también traducidos al portugués y al italiano. Obtuvo, entre otras distinciones, la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1981), el Premio Consagración de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires (1996) y el Premio de Poesía (trienio 2001/2003) de la Academia Argentina de Letras por Silencio de hierba. Según un comentario publicado en el diario Los Andes de Mendoza el 22 de noviembre de 1981, la poesía de Preler expresa “una verdad que surge del enfrentamiento de la conciencia lúcida del autor con su mundo circundante. Si nada tiene que ver esta poesía con  la orientada por las pautas del realismo histórico y, mucho menos, con lo que ha dado en denominarse ‘poesía social’, es evidente que asume la gran circunstancia de espacio y tiempo en que le ha tocado vivir al poeta.  Su voz denuncia, de modo tácito, la sombría desolación, la indigencia y la pesadumbre que vive el hombre de este ‘aquí y ahora’, proyectando sus amargas reflexiones hacia un orbe metafísico”.

Foto: Horacio Preler. Fuente: C. C.

martes, 28 de agosto de 2018

Andrés Szychowski


Albergue

Fui al cementerio, trotando.
Desde la reja del curioso
albergue, la oscuridad dejo ver
un juego de luces, un ritmo
sugestivo, figuras erizadas.

Salí disparado, claro, pero
retomé el paso deportivo
cuando entendí que se trataba
de una movida electrónica.

Tal vez el festejo de fin de curso
de un seminario
de antropología forense.


Esquela

a Silvia Montenegro

El problema era el miedo
al tráfico de órganos.

Por eso no hablé
más de cinco minutos
con la primera
en Mar del Plata.
Ni con la segunda, en Morón.

Tampoco con las siguientes,
casi siempre en La Feliz.

Cuando se presentaba la oportunidad
no podía dejar de pensar
en la opción del vaciamiento.

Despertar en un descampado
con una sutura muy desprolija
y morada. Despertar en ese descampado
con una esquela en la panza
sujetada con cinta para gasa

que diga: ¿qué esperás? andá
al hospital más cercano, me gustaste,
no hagas movimientos bruscos.


Gómez y la poesía

a Horacio Fiebelkorn

El señor Gómez
frecuenta el buffet
de la Cámara Argentina.
Tiene lancha,
caña de pescar.
Contactos.
Conoce los pasillos
del Ministerio
como su palma.
Se hizo de abajo.
Ama a su país.
Usa reloj grande.
Nació tullido
y fue amado
por las mujeres
de los otros
y admirado
por los hombres
de esas mujeres
y de sus hermanas.
Legó una tesina.
Conoce la palabra hinduismo.
Cultura general tiene.
Eso sí, no lee poesía.
Por principios.
Lo cual no importa para nada
porque no es el caso.
Perdón, ojeó poemas
de René Karl Whilhelm Johann Josef Maria Rilke
que le regalara
el Señor Ministro
a instancias
de su bella esposa,
que en paz descanse.


Doctos

a Eduardo Rezzano

Olemos como ratas.
Somos doctos también como ratas:

distinguimos lo fétido
de lo no fétido.

Anclados en los sentimientos
más toscos, declaramos
la paz mundial como ratas.

Hay quienes ven
en el avance de la
Descomposición

el triunfo de la industria
de la heladera.

Por lo demás, los poemas
son mejores o peores.


Cinta

Me da la espalda
un poeta al que le asoma
una incipiente joroba.

Una especie de muñón.
Sustancia comprimida
a punto de estallar
y empapar el escenario.

El hecho de que este poeta
sea muy comedido
abona la hipótesis:

de un momento a otro
soltará lo Guardado.
Dos puntos, caos.

Cuando agudizo la mirada
como Saint-Exupéry,
noto que no se trata
de una malformación
sino de una piedra

cuidadosamente sujetada
con cinta empaquetadora.

A fin de cuentas
todo poeta tiene
derecho a cargar
su piedra preciosa
como le plazca.


Niño

El cíclope está a mi lado.
El poema está a mi lado.
El niño está a mi lado.
El renacuajo está a mi lado.
El grano de arena está a mi lado.
El viento está a mi lado, por

lo que el grano de arena
vuela hacia el ojo de la bestia
que tropieza con el poema
y aplasta al niño,
mientras suelto al renacuajo
en una palangana con agua estancada
para ponerlo a salvo.


Wislawa Szymborska

No era un zorro
lo que aplastaste en la ruta.

O al modo de Wislawa:
era un no zorro.

Insisto, podrás dormir,
al menos en unos días;
de máxima, era un no ser vivo.

De hecho, tenía algo de plástico.
Con forma de ser vivo
y de no ser vivo, es cierto.

Pongamos que lo que aplastaste
era un plástico de carne
con forma de no plástico.

No soy rebuscado, querida,
y sé que el asunto te pone mal.

¿Pero tendrías la amabilidad
de frenar y sacarme
de abajo del no auto?


Tropos

No tolero los poemas plagados
de metonimias, hipérboles,
oxímoron u oximorones u oxímoros,
condensaciones, metáforas,
desplazamientos, epítetos
sinécdoques, paradojas, personificaciones

y todos esos tropos.
Menos aún, el poema
que los menciona
como una suerte
de patética justificación.
Pero me gusta la poesía.

Fuente: Antón Pávlovich, Andrés Szychowski, Pixel Editora, La Plata, 2018.

Andrés Szychowski nació en La Plata en 1976. Es poeta y Licenciado en Psicología. Ejerce la investigación y la docencia en la Universidad Nacional de La Plata. Publicó cuatro libros de poesía: 17 discos de música africana (La Terminal Gráfica, 2009), La redundancia (La Terminal Gráfica, 2011), Poezja (Zindo & Gafuri, 2015) y Antón Pávlovich (Pixel Editora, 2018). Fue incluido, además, en la antología de jóvenes poetas argentinos Si Hamlet duda le daremos muerte (De la talita dorada, colección Los detectives salvajes, 2010). Con referencia a Antón Pávlovich, apunta Gustavo Caso Rosendi en la contratapa del libro:

Mientras escribo lo que usted lee en este preciso instante, algo molesto comienza a sobrevolar entre mi cabeza y la lámpara. Levanto la vista: es un insecto raro, como salido de un pensamiento. Quizá sea el espíritu de Antón Pávlovich, o de Platón, o de Szychowski.
El autor nos dice: “Es posible pensar que nunca/ se estuvo en la tierra,/ que la tierra sea un reflejo/ en la caverna, que la caverna/ ocupe el lugar de una idea/ y que ésta sea un frasco de cal (…)”.
Estos poemas son justamente eso: cavernas con sus respectivas representaciones, que sólo tienen salida hacia otra caverna. Y a otra, y a otra; y así, infinitamente. Un lenguaje que surge de la necesidad de liberarse de su exoesqueleto ontológico; que intenta expresar el instante de la muda y la forma del vacío que se va dejando atrás.
Mientras, el bicho sigue zumbando –sospecho que en algún momento va a picarme–. Agarro el libro como a una paleta de ping-pong. Calculo, y le asesto un certero passing shot.
Y pensar que algunos dicen que la poesía no sirve para nada...

Foto: Andrés Szychowski (by Dieguillo Fotografió). Fuente: Antón Pávlovich, Andrés Szychowski, Pixel Editora, La Plata, 2018.

miércoles, 1 de agosto de 2018

Ángela Gentile


Lo sguardo di Demetra
La mirada de Démeter

(Traducción al español: Luis Maggiori)


I

Dietro il cielo
c´è l´occhio dell´uomo.
Sguardo deserto degli dei.
                                        Veglia.

I

Detrás del cielo
se encuentra el ojo del hombre.
Mirada que no encuentra dioses.
                                                  Vela.



II

Un uomo attraversa il giorno,
dietro l´ombra della vita.
Davanti soltanto il Desiderio.

II                

Un hombre atraviesa el día,
detrás de la sombra de la vida.
Delante, solamente el Deseo.



III

Spogliarsi.
Io percorro la notte
cercando ingiallite fotografie.

III

Desnudarse.
Yo camino por la noche
buscando amarillentas fotografías.



IV

Non scorre l´acqua nè la notte.
I cuori non battono piú.
Il vento è la misura degli uccelli.

IV

No fluye el agua ni la noche.
Los corazones ya no laten.
El viento tiene la medida de los pájaros.



V

Mai ho sentito vicino il mare,
l´angoscia dell´immensità,
l´abitudine di calpestare gli autunni.

V

Jamás sentí cercano el mar,
la angustia de la inmensidad,
la costumbre de pisotear los otoños.



VI

Dopo il seme non c´è il verde,
i sorrisi scambiano domani.

VI

Después de la semilla no hay más verde,
las sonrisas mudarán mañana.



VII

Mi circonda l´area
trafitta di voci.
Torno.

VII

Me rodea un espacio
herido de voces.
Regreso.



VIII

Mi sveglio.
Il giorno è una fatica
di parole che si radunano.

VIII

Me despierto.
El día se vuelve una molestia
de palabras amontonadas.



IX

La traccia di ieri
misura d´antichi piedi.

IX

La impronta  de ayer
medida de antiguos pies.



X

Sostengo mio padre
tra il pollice e l´indice.

X

Sostengo a mi padre
entre el pulgar y el índice.



XI

Da una sponda all´altra
le acque puliscono i naufraghi.

XI

De una orilla a la otra
las aguas limpian  a los náufragos.



XII

Soltanto alla fine
si scoprono i continente.
Le scogliere rammentano il mare.

XII

Solo al final
se  descubre el continente.
Los acantilados nos recuerdan el mar.



XIII

Soffiare sulla terra,
dentro d´un altro cuore.

XIII

Golpear en la tierra,
dentro de otro corazón.



XIV

Senza memoria
diventeremo erba.
Senza pietà pascolo.

XIV

Sin memoria
nos volveremos hierba.
Inmisericorde para el pastoreo.



XV

La luna s´arrancia nel buio,
cresce squilibrato il silenzio.
Un uomo ancora vive.

XV

La luna se sobrepone en lo oscuro,
el silencio crece desequilibrado.
Un hombre vive, todavía.



XVI

Schermare.
Lo specchio sono io.
Giorno di frana.

XVI

A la defensiva.
Yo soy el espejo.
Día de devastación.



XVII

Le parole sostengono la vita.
La poesía a strapiombo
la spinge.

XVII

Las palabras fijan la vida.
La poesía que sobresale
le da impulso.



XVIII

Rompere la solitudine.
Ci abita un peregrinaggio decadente.

XVIII

Acabar con la soledad.
Nos habita una peregrinación decadente.



XIX

Prima la favola,
l´incantesimo di vivere.

XIX

Primero el cuento de hadas,
vivir el hechizo.



XX

Tra gli uomini,
un deserto di sguardi arrampicati.

XX

Entre los hombres,
un desierto de miradas encaramadas.



XXI

Profilo di sole
negli occhi invecchiati.
                                   Fiat lux.

XXI

Un línea de sol
en los ojos envejecidos.
                                    Sea la luz.



XXII

Il fumo disordina le ore,
il vento ci avvolge.

XXII

El humo desordena las horas,
el viento nos protege.



XXIII

Girerà un giorno
senza l´affannata eternità.

XXIII

Un día será
sin la afanosa eternidad.



XXIV

Accanto,
i sorrisi colpiscono la mia ombra.

XXIV

A mi lado,
sonrisas que atacan mi sombra.



XXV

Subito
l´attessa del primo sguardo.

XXV

De repente
la forma de la primera mirada.



XXVI

Le acque inondano
lievemente i cuori.

XXVI

Las aguas inundan
suavemente los corazones.



XXVII

La disperazione
di tornare dove non ci siamo.


XXVII

La desesperación
de regresar a donde no estamos.



XXVIII

L ´alfabeto riscrive
l´area dimentica i nomi.

XXVIII

El alfabeto reescribe
la superficie olvida los nombres.



XXIX

Smemorato dominio,
la parola sminuzzata
fallacia del mondo.

XXIX

Olvidado arte,
la palabra despedazada
falsedad del mundo.



XXX

Disolvo l´imitazione del tempo,
dove la poesía permane.

XXX

Disuelvo la copia del tiempo,
donde la poesía permanece.



XXXI

Contempla la letizia
in ogni mistica ascesa,
sconsolata negazione del tutto.

XXXI

Contempla el éxtasis
en cada ascensión mística,
desconsolada negación del resto.



XXXII

La gran pausa,
il moto della vanagloria
interruppe l´incantesimo.

XXXII

La gran pausa,
el movimiento de la vanidad
interrumpe la magia.



XXXIII

Il falso antico arriva al nulla.
Tramonta il mondo.

XXXIII

La antigua falsedad a nada llega.
Abruma al  mundo.

Fuente: Lo sguardo di Demetra / La mirada de Démeter, Ángela Gentile, Cuadernos de Casa Bermeja, La Plata / Mago Editores, Chile, 2018.

Ángela Gentile nació en Berisso, Provincia de Buenos Aires, el 5 de agosto de 1952. Desde hace varios años vive en La Plata. Es profesora de lengua española, profesora de lengua y literatura italianas, gestora cultural (cuenta con un postgrado de FLACSO), magíster en políticas socioeducativas y miembro de A.D.I.L.L.I. (Asociación de Docentes e Investigadores de Literatura y Lengua Italianas). Asimismo, fue investigadora del Centro de Estudios Italianos de la UNLP (Universidad Nacional de La Plata), becaria de la Universidad para Extranjeros de Perugia, Italia, e integrante del equipo del Plan Nacional de Lectura del Ministerio de Educación de la Nación (2009-2012). Como docente y escritora, dictó numerosos talleres y seminarios y participó en varios congresos nacionales e internacionales (Cuba, Ecuador, Colombia, Uruguay e Italia, entre otros países), en la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos) y en el Foro Internacional de la Fundación Mempo Giardinelli. Fue invitada, además, a la FILVEN 2013 (Feria Internacional del Libro de Venezuela) y designada como asesora del CENAL (Centro Nacional del Libro). Codirigió la revista independiente de literatura juvenil (teoría y crítica) Etruria y el Programa de promoción de la lectura literaria Biblos’03, de Berisso. Recibió, entre otras distinciones, el Premio Nacional “Iniciación” de Literatura del Ministerio de Educación y Justicia de la Nación (bienio 1985-1987) por su libro de poemas Escenografías, el Premio Pregonero de la Fundación El Libro de Buenos Aires (2009) por Etruria y los premios de la Cámara Argentina del Libro, de ABGRA (Asociación de Bibliotecarios Graduados de la República Argentina) y del Consejo Superior de Educación Católica Argentina por Biblos’03. Entre sus libros publicados cabe mencionar: Voces olvidadas. Las lenguas y las canciones de cuna de la inmigración (en coautoría, patrocinado por la UNESCO, 2010), Palabras originarias (Estación Mandioca, 2014), Pensar la lengua y la literatura (manuales de literatura para 4º y 5º año del secundario, en coautoría, Editorial Longseller, 2015) y Diáspora griega en América (recopilación de textos propios y de varios autores, Editorial Hespérides, 2015). Su obra poética incluye Escenografías (Ediciones del Copista, 2005), Cantos de la Etruria (Ediciones del Copista, 2008), Cuerno de marfil (Cuadrícula Ediciones, 2012), Los pies de Ulises (edición bilingüe, griego-español, Editorial Ocelotes, 2016) y Lo sguardo di Demetra / La mirada de Démeter (edición bilingue, italiano-español, Cuadernos de Casa Bermeja / Mago Editores, 2018). Algunos de sus poemas fueron incluidos en ediciones colectivas como Poesía 36 autores (La Comuna Ediciones, La Plata, 1999), Escritos y escritores de Berisso (Instituto de Cultura Latinoamericana / Centro Cultural Difusión, Berisso, 1999), El camino de los mitos (Editorial Evohé, Madrid, 2011), Ellas (Asociación de Profesores de la Universidad de Carabobo, 2013) y Versos d’acollida / Versos de acogida (Barceloactúa / Poémame, Barcelona, 2018). Con respecto a Lo sguardo di Demetra / La mirada de Démeter, escribe el Dr. Dario Falconi en el prólogo de la publicación:

La existencia es aquello que existe mientras existimos, la casa de la cual hemos sido desterrados motivado por la avidez de ser. Aún el poeta no olvida la calle que lo lleva a su hogar, percibe el dolor de esta separación inevitable y sólo en la poesía alcanza a reencontrar provisoriamente un sentimiento de ilusoria apariencia. Treinta y tres visiones extemporáneas que evaden lo cotidiano para alcanzar la esencia más profunda de las cosas, treinta y tres costuras para aliviar la herida del desagarro originario. “Lo sguardo di Demetra” narra poéticamente esa nostalgia del origen, origen a su vez de la nostalgia.
Maria Zambrano escribe que “El poeta está poseído por la belleza en su resplandor, de la belleza que brilla y resalta sobre cada cosa, Y sabe, de hecho es el único que no podrá jamás olvidarlo, que deberá cesar de verla, de gozar de su esplendor”.
En esta recopilación Ángela Gentile nos restituye fragmentos del esplendor originario, iluminadas epifanías de la gracia disimulada en cada instante y que en un momento será devorada por el olvido del tiempo.
                                                                                                                          
Foto: Ángela Gentile. Fuente: Gentileza de Ángela Gentile.