lunes, 13 de abril de 2015

Osvaldo Picardo


En la verdulería de Titi se pesa hasta el sabor del verano

I

En la verdulería el verano
sorprende más que en un campo de flores.

¡Oh, gran Titi de Berisso,
entre cajones de lechugas bolivianas,
frutillas de Brasil, bananas de Ecuador
y una redonda, inverosímil papa
de orgullosa existencia argentina!

El diario, acá, recobra su naturaleza
para envolver la abundancia del mundo.
Y la única realidad entre tanta materia fugaz
no depende sino de una sucia balanza
donde se pesa, colorido y exuberante,
hasta un kilo del mismísimo Dios .

II

Equilibrio de nubes en las manos.
Titi sobre la balanza posa última
una pera casi roja sobre cuatro verdes.
¿Cuánto más debe pesar el sabor de un verano?

Esa balanza sabe desniverlarse
hasta con el peso de una mirada.

Y aun cuando el tiempo lo aplaste todo
hay un punto en que la quieta aguja
rompe el cero inicial y sube y baja
no más allá de los veintiún gramos.

Luego, nada deja de ser
rigurosa quietud en el conjunto.

¿Sentís?
Es ahora el peso de la luz.
Empuja arriba.
Pero ¿Sentís?
¿Quién diría que también esto termina?


Teoría del color alrededor de un significado

Con las lluvias el limón parece más amarillo.
A la sombra. Adentro de la barnizada fronda.
Ni todavía redondo ni todavía arrugado
es un brillo contra un fondo de claroscuros.

Aislado entre lo amargo y lo dulce
resulta un débil latido, ahí, sobre la tierra,
de nuevo aparecido.
Y está a punto de decir algo.

El color de un significado
va cambiando con los días. También
su objeto en la estridencia de la luz
como en un cuadro de Kandinsky.

Lo estoy viendo al final del corredor
donde hay que ir a buscarlo.
Es necesario acostumbrar la mirada
a esa insistencia con que las cosas regresan.


Estaban desde un principio en el ángulo oscuro que nadie mira

Hay que ver la escena: son dos de la calle,
con las caras asomadas al borde de una frazada.
Están acovachados contra una persiana
bajo una tiniebla neorrealista italiana.

Todavía son frías las noches.
Los tambores suenan. Acechan
inminentes catástrofes, sicarios
sueltos y policías corruptos.

Hay que verlos. Sobreviven increíbles
entre lo admirable y lo patético,
en un ángulo oscuro que nadie mira.
Desde ahí se elevan, sobrevuelan

el apuro de los negocios, cuando el aire
ronronea levantando la basura.
Sobre una cuerda floja
hacen piruetas que te dejan sin aliento.

Ella brilla con el éxtasis de las luciérnagas,
ella tiene los ojos apretados.
Él se ríe y hunde una mano
en el lujo democrático del sexo.

De estos dos habla también
el primer poema del mundo.


Cuando la cal de la muerte inscribe todos los nombres de la soledad

A Ana Emilia Lahitte

¿Qué es más real ahora?
¿La mujer que recostada en la arena
lee a Yourcenar y a Basho o esa extensión disuelta
entre mi corazón y el universo?

La paradoja es terminar viendo
lo que nunca estuvo donde lo hemos puesto.

Se llamaba...

No sabés quiénes otros más la conocieron
y estiran de uno a otro lado
la brevedad irresuelta,
un brillo opaco en la tierra que se apaga.

Recordamos lo que podemos.
Lo otro, las lágrimas de los espectadores,
el monumento vacío son los ritos
del orgulloso oficio de lo inalcanzable.

Lo que te conmueve no es eso
sino esa otra cosa, una íntima hospitalidad
de invitar a mirar –como sólo ella sabía–
su terrible secreto.


Se trata de una película en que el pensamiento no es todavía imagen

Me gustaría volver a fumar
e ir de a poco alejándome por la rambla
como en una película de los setenta.

La bruma y la llovizna
–así la imagino– se confabulan
para borrar a mi espalda
una ciudad indefinida.

Se abre un largo plano cenital
de las playas en blanco y negro.
(El plano se prolonga con un travelling.
Vuela una bolsa llena de viento
y se enreda en el esqueleto de las carpas).

¿Termina el mar en alguna parte?
Algo en mi cabeza
baila y me envuelve como el humo.
Algunos pensamientos tienen
esa gravedad material. Flotan, corren,
caen uno tras otro. Apenas, después,
si volvemos a entenderlos.

Me tienta entonces, fuera de campo,
la existencia de un testigo.
Y no son muchas sus formas: Dios,
el amante, el hijo, la escritura.

La soledad es un pensamiento parecido.

Fuente: 21 gramos, Osvaldo Picardo, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2014.

Osvaldo Picardo nació en Mar del Plata en 1955. Vivió en La Plata entre 1974 y 1982. En esta ciudad cursó estudios en la Facultad de Bellas Artes y más tarde en la de Humanidades y Ciencias de la Educación. Actualmente, reside en su ciudad natal. Es poeta, ensayista y crítico literario. Al mismo tiempo, ejerce la docencia y se desempeña como editor. Produjo y dirigió el programa radial "El Otro Lado: diario de poesía", en 1994, y organizó el 1er. Encuentro Nacional de Poetas, Mar del Plata 1998, auspiciado por la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación. De esta última experiencia surgió el proyecto Mapas de Poesía Argentina, que dio como fruto la publicación de su ensayo y antología Primer mapa de poesía argentina. Solicitudes y urgencia. El noroeste: La Carpa y Tarja (2000). Fundó y dirigió, entre 2001 y 2009, la revista cultural La Pecera, de la que aparecieron 14 números. Entre 2005 y 2013, fue director editorial de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Colaboró, además, con el Suplemento Literario de Télam entre  2010 y 2012 y con catálogos para exposiciones plásticas y revistas culturales; entre ellas: La Estafeta del Viento, de Casa de América (Madrid), Cuadernos Hispanoamericanos, AECI, (Madrid) y Hablar de Poesía (Buenos Aires). Como poeta, participó en numerosos congresos y festivales de poesía. Su obra poética publicada incluye los siguientes libros: Apenas en el mundo (1988), Poemas con tu altura (1989), Letras en una esfera armilar (1991), Dejar sin ventanas la verdad (1993), Quis, quid, ubi. Poemas de Quintiliano (1997), Una complicidad que sobrevive (2001), Pasiones de la Línea. Poemas de Nicolás de Cusa (2008), Mar del Plata seguido de Otros lugares y viajes (2012) y 21 gramos (2014). Recibió, entre otras distinciones, el premio del Fondo Nacional de las Artes del año 2000 por Una complicidad que sobrevive. Poemas suyos fueron recogidos en varias antologías, entre las que cabe mencionar: Poesía Argentina de Fin de Siglo (Vinciguerra, 1996), Signos vitales. Una antología poética de los 80 (Editorial Martin, 2002) y Poesía Argentina del S. XX  (Visor, 2010). Una selección antológica de sus poemas fue publicada, asimismo, por “Cuadernos orquestados”, colección dirigida por Abel Robino, con el título O. P. Vida de poesía (Ernesto Girard Editor, 2008). Acerca de su último libro escribió Carlos Schilling: “En todos los poemas de 21 gramos, la realidad primera que motiva la escritura parece traslucir una segunda realidad, como si entre lo real y lo posible (entre la visible consistencia/ y la más transparente inconsistencia) hubiera múltiples vasos comunicantes. Así, cierta precisión en los nombres de lugares y en las descripciones –que en términos literarios puede definirse como un recurso básico del realismo– se convierte en una forma de atención excesiva, como la que se le presta a un limón en el poema “Teoría del color alrededor de un significado”, una fijación que no obstante tiene la dinámica de la inminencia, porque el fruto amarillo está a punto de decir algo”.

Ilustración: Tapa de 21 gramos, Osvaldo Picardo, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2014. Fuente: C. C.

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