martes, 25 de marzo de 2014

Fernanda Castell


















“Si quieres imaginarte el infierno no necesitas pensar en
tormentos inacabables. Más bien diría: ¿sabes qué horrores
indecibles es capaz de soportar un ser humano? Piensa en ello y
sabrás lo que es el infierno aunque no intervenga la duración”

Ludwig Wittgenstein
Movimientos del pensar


No hay más lugar que el silencio en soledad, lamerse las heridas como un perro sarnoso, digo... Cuando todo esto ocurre una ya tiene que retirarse elegantemente de la falsa idea de que algo pueda remediar el vital sentido de inadecuación.


...Lo demás está en el orden de comerse doscientos gramos de granola de oriente sin agua, ir al gimnasio dos veces por día, al analista tres veces por teléfono, hacer el amor para quemar calorías... Esperar el solsticio para rogarle al árbol sagrado que por favor cumpla con la rogativa del año anterior: “completas, equilibradas y felices”.


La tierra rotó y roto tiene todo menos la piedra dura del malestar.


2 - B

Las percas son puercos acuáticos, nunca he visto una pero suenan así. Los puerquitos son tiernos rosados y se duermen tiernamente en la materia fecal de la madre. Si caminamos en el chiquero nos acostumbramos. Los chacinados son exquisitos picadillos de esa carne curada en sal. En el campo los matan con un cuchillo que entra por el cogote hasta el corazón y la sangre cae en unas bateas para hacer la morcilla, muy recomendable para gente con hemorragias por anemia.
Las percas no se comen. Los pescadores despuntan el vicio y si no las descabezan, las devuelven para que sigan aportando al genoma de las percas. Tienen corazones rojos como los de los bebes que se ven en las incubadoras. Aquellos que con apenas cinco meses, los médicos salvan contranatura sensibilizados ante el reflejo de prensión –reacción automática ligada a la sobrevida. Digo el dedo del médico y/o enfermera; y todos compungidos extraen ese feto que apenas tiene piel para pasar el invierno y lo meten en esa máquina. Para luego ser sordo ciego y en el mejor de los casos parlante. Yo prefiero el corazón de pollo para un buen rissoto.


Del limbo al Averno

¿Caronte dónde estás? ¿Quién me conducirá por este magma donde los eritrocitos se comen a los que dejaron de nacer? El poliéster no previene las quemaduras de tercer grado.
El destello del iris refracta el metraje enloquecido de las vidas que se están por ir.
Necesito la duermevela llena de historias junto a mis abuelas para no soñar con tarántulas. Las lágrimas no eran de mercurio. Ahora que no las tengo me acosan las pesadillas con colas de lombrices largas, de ésas que se enrulan en el intestino y dan ganas de comer sólo chocolate. Una se fue en el vértice del viento de agosto con su cara de india. Estuvo ensillando caballos hasta la extremaunción. La otra, dulce como las manzanas Moño Azul, se elevó con la Rosa Mística, impregnando el ambiente con olor a su talco Veritas. Mucho antes, mi bisabuela serrana que se calentaba los sabañones con el perro pila, me dejó la moldura de su diente de arsénico (el agua de la zona tiene ese problema). Las tres huyeron tempranamente de la infancia. No conocieron las cocinitas de aluminio ni el make up.


3 - B

Este río helado no deja avanzar la canoa, Caronte de dientes podridos. No me das tiempo para despedirme de los seres que aún quiero. A no quejarse que más se perdió en la guerra, decían los pocos que quedan hoy de los que verdaderamente estuvieron en una. Se comían los piojos, fuente de hemoglobina y rasqueteaban el sebo de la ropa para hacer caldo. ¿Cuál es el sentido trágico de nuestra vida? Quizás el monitor estalle en gotas de aceite y nos deje ciegos. Pero en el país de los ciegos el tuerto es rey irresponsable que debería arrancarse el otro ojo. Ya no me perturba nada. Encallé en el fondo más seguro, oscuro y profundo donde no se escuchan ni los gases estomacales. ¿Qué me hace falta? Poner las cervicales una sobre otra y mirar para arriba a ver si algún rayo de sol corta esta oscuridad helada porque es necesaria una distinción cuando una se cose las medias de punto en la carne viva.


Hoja de ruta

2

Va a llover. Eso le encanta. Las plantas se preparan. Abren los estomas y renuevan la circulación como ella los linfocitos. Cuando explotó por exceso de monóxido mutó en una especie delicuescente.
El silencio de él es tan contundente como las palabras que ese silencio preanuncian. Esto es demasiado para mí. Víctima de rasgaduras múltiples porta espolones venenosos. No quiere meterse en esa cueva. Parece todo muy muy oscuro.
Ella sabía lo que hacía cuando deshacía la trama del tejido. Cuando se armó la lengua con arpones.
Los cuchillos volaron y dieron en el centro neurálgico. Los gatos ya no la siguen. Cuando pasa por una esquina su hija le pregunta ¿ellos son muy pobres? La precariedad de la respuesta no tiene que ver con la profundidad de la pregunta. Son preguntas que pespuntean la mirada. De chica era más vieja que su abuela. Roía las mentiras. Fraudulenta, dormía acunada en los brazos sutiles pero peludos de ese hombre que oscurecía su mirada.
El tiempo arrasa ciudades. Escucha palmotear la devastadora pena de los sobrevivientes. El holocausto de las vacas con los ojos desmesurados. Gancho nuca hoy la lleva de una esquina a la otra.
Pero. ¿Qué es eso? El pasado y el presente se le juntan en el vértice. En las hojas impolutas de los libros que nunca leyó, en las trampas escolares por lo cual no aprendió más que la suma y la multiplicación. De dividir ni hablar. Hoy suma. Agrega. Aglomera. Concatena contendientes.
Se mira en el monitor y se dice sobreviví a carencias más prolongadas. Inspira pegando el diafragma a las costillas. Exhala. Para que el aire se renueve uno debe saber sacarlo.


Hambre

Es imposible anclar en sitio alguno todavía. Gente y gente. Con mirada hueca y expresión de estampida. Nadie sabe leer ni escribir.
Se ha perdido el hábito de hablar. Todos corremos. Las mujeres ligeras de ropa con huesos livianos seguimos la huella de las otras a gotas de sangre menstrual.
La falta de regulación es la regla. Los hombres esperan órdenes. Se reúnen por ahí junto a los tambores de fuego y fuman cigarros de afrecho. El olvido se consigue durante el sueño cuando los cuerpos, detenida la carrera, se desploman. Lo he buscado te lo puedo asegurar. Desde que llegué lo estoy buscando pero nadie comprende el gesto de una fotografía.
Aquí no representan nada. No se busca la buena forma. Se detienen en algún rasgo aislado, en la arruga de la camisa de frisa, por ejemplo. La violencia es real. El agua escasea. Si encontramos algún vegetal carnoso, se mastica. Ayer me encontré con un Office Service. Son aquellos que se encargan de cuidarte de no ser violada simulando ser tu pareja. La denominación es un relicto de la vieja tecnología. De contextura grande y contundente, se ofreció a pasar la noche conmigo a cambio de un poco de harina. Yo como lo suficiente para mantenerme en pie. Aquí el hambre es una forma de supervivencia. Te mantiene alerta. Motor poderoso. Como sabés, para mí la masticación no convive bien con el entendimiento. La digestión enceguece. Esto es más árido y silencioso que allá, te lo puedo asegurar.

Fuente: La construcción de lo desagradable, Fernanda Castell, Vela al Viento Ediciones Patagónicas, Comodoro Rivadavia, 2014.

Fernanda Castell nació en Coronel Dorrego en 1965. Reside en La Plata. Es antropóloga egresada de la UNLP. Fue docente universitaria y, actualmente, coordina talleres de creatividad en el Departamento de Psiquiatría de Cemic, en Buenos Aires. Publicó los siguientes libros: En el Abras (Siesta, 2003), Peces de agua (Tema, 2004) y La construcción de lo desagradable (Al Margen, 2010), reeditado este año por Vela al Viento Ediciones Patagónicas. Entre las distinciones obtenidas, cabe consignar: finalista del Premio Provincial de Poesía Dr. Carlos Auyero (1999), segundo premio en el Concurso Provincial de Poesía López Merino (2001), tercer premio en el concurso de poesía de la Fundación Octubre (2001), mención en el concurso de novela Lamás Médula por “La pena de A” (2012) y primer premio en el concurso de cuento digital Itaú por “Hipermetropía” (2013). Acerca de La construcción de lo desagradable, escribió Sandra Cornejo: “Vital sentido de inadecuación. Esta frase o verso cierra el primer fragmento de ‘La construcción de lo desagradable’, libro en el cual, para seguir un camino de pensamiento, atiendo en primera instancia a lo que Fernanda Castell consigue o pretende con su escritura: incomodar. La poesía, magma o resultante de ese acto creador que, de alguna manera, para su autor es inevitable (visceral) pone en juego una tremenda pulsión irracional; sin embargo, para que la poesía logre inmiscuirse en el otro, alcanzarlo, su autor ha tenido que hacer del rigor uno de los elementos fundamentales para la elaboración de su texto. La poesía, polisémica, plural, inclasificable, en general, para nuestras pretensiones enanas de clasificar un “género”, encarna aquí mucho más que en otras poéticas, claves indispensables: irracionalidad reflexiva, libertad creativa rigurosa. Lo otro, lo que queda o se toma, es el libro”.

Foto: Fernanda Castell. Fuente: http://www.despertandoalilith.org/

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