viernes, 7 de junio de 2013

Francisco López Merino

























El otoño y los niños

A Enrique M. Amorim

Amaneció la calle toda dorada; el viento
con su mano invisible desprendió hoja por hoja.
Las estrellas oyeron acaso su lamento
y la aurora habrá sido, por lo mismo, más roja.

Los niños que se inician en el abecedario
al ver así la calle creyeron que era un sueño.
El sol sobre las hojas hacía el oro más vario
y era una fantasía tanto oro sin dueño.

Con sus manos pequeñas recogieron el blando
tesoro que los hombres indiferentes pisan.
Se fueron a la escuela dulcemente, pensando
que los sueños más bellos a veces se realizan...

Fuente: Revista “Martín Fierro”, segunda época, año 1, número 4, Buenos Aires, mayo 15 de 1924.

Francisco López Merino nació en La Plata el 6 de julio de 1904 y se quitó la vida en la misma ciudad el 22 de mayo de 1928 en uno de los baños del Jockey Club, disparándose un tiro en la cabeza. Fue hijo de América Merino y del escribano Francisco Toribio López, ambos de nacionalidad uruguaya. Tuvo seis hermanas a las que dedicó algunos de sus poemas y con las cuales compartió la infancia en una casa palaciega de la calle 49, entre 12 y diagonal 74, donde hoy funciona la Biblioteca Municipal que lleva su nombre. Si bien no se conocen claramente las razones de su suicidio, cierto es que la muerte temprana de una de sus hermanas, María América, en 1922, lo sumió en una profunda y crónica melancolía. De trato afable y comunicativo, López Merino tuvo muchos amigos y desarrolló una vida social intensa que le permitió relacionarse rápidamente con los poetas vanguardistas de Buenos Aires nucleados en torno de la revista Martín Fierro, aunque mantuvo distancia respecto de sus parámetros estéticos.  Con algunos integrantes de ese grupo –Borges, Marechal, González Tuñón, entre otros– formó parte, en 1927, del “Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes”, entidad de efímera duración. En su breve existencia, sólo llegó a publicar tres libros de poesía: Canciones interiores y otros poemas (obra de adolescencia que él mismo retiró de circulación, 1920), Tono menor (1923) y Las tardes (1925). Dichos libros le bastaron para granjearse la admiración de Jorge Luis Borges y Juan Ramón Jiménez, entre otras personalidades destacadas de la época, y le hicieron decir a Rafael Felipe Oteriño: “En ellos, traslúcido, percibo el clima espiritual de esa ciudad nueva, de ese domingo que es igual a otros muchos, de esos jardines donde transcurrió la infancia. Poesía del encantamiento y de la recreación es la que encierran. También poesía del dolor”. Como integrante de la “Generación del 17” o “Primera Generación Platense” (conocida, asimismo, como “Primavera Fúnebre” y “Primavera Trágica”), López Merino contribuyó a dar vida a la llamada “Escuela de La Plata”, caracterizada, principalmente, por el tono elegíaco, el equilibrio formal y la claridad y la economía expresivas; escuela que habrá de pervivir, con distintas modalidades, hasta la actualidad. El poema publicado en esta página apareció en la revista Martín Fierro en 1924 y, poco después, fue incluido por el autor en su libro Las Tardes.

Imagen: Revista “Martín Fierro”, segunda época, año 1, número 4, Buenos Aires, mayo 15 de 1924. Fuente: C. C.

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