martes, 28 de agosto de 2012

Miguel D'Elía





















Forma y contenido
Para ser hombre
Digamos
Un tipo
Con mi manera de ser
Debiéramos empezar
Por la forma
Sin descuidar
El concepto
Yendo al grano
Es necesario
Un peinado inexplicable
Antojadizo
Ventoso
Principalmente detonado
Sin el cual
Nos sería imposible
Pensar a la lluvia.
Para ser un tipo como yo
Despreocupado
Este domingo
Sin apuro.


Iba haciéndose la noche
Es mentira que fue haciéndose la noche
Que una docena de ranas
Entraron por el patio
Que la perra dormía
Que llovió cinco días
Que igual prendieron
Las plantas
Los autos
Los botones de los ascensores
Todo tiene que ser mentira.
Que un chico
Amando
Jugando
Viviendo
Decidió esperar la noche.


Así nosotros
En esta tierra
Vivimos fingiendo
La condena de von vernich
Porque no salimos
A matar
Ni a matarnos
Muy por el contrario
Ese mismo día
Gritamos de alegría
Dos goles
Que le hicimos a chile.
Entrada la noche
Borrachos de humo
Dejamos que los satélites
Nos fotografíen los testículos
Y la intemperie de nuestro baldío.
En este mundo vivimos
Esperando el verano
Para irnos
Y ser en otra parte
Algo distinto.
Y así los asesinos
Los goles de Riquelme
Así nosotros.


Italia
He viajado por el mundo
Que fueron cinco provincias
Escuché
Y también proyectamos
O quizá fuimos familia
De pie y portazos
Hablando con botones
Cuatro días de corrido.
Tuvimos sed y hambres de animal
Yo fui perro por ejemplo
Y escritor y chofer
Soñé
Sin fumar
Fuimos enviados
Por decisión
Sin mujer ni dios
He viajado por el mundo
Sin empujón
Esperando el turno
Esperando el momento de pasar.


Dios te salve
En la mesa pusimos
En un lugar diferente
Una cultura
O un deseo de vivir.
Por lo demás
Algo cotidiano
Dos teléfonos
Un aniversario
Sucesión de temas
Que no suenan
Más por geografía
Composición de lugar
Cuerpo de cosas
Que te llenes y tiembles.

Fuente: Fuego, libro artesanal. Gentileza de Miguel D’Elía.

Miguel D’Elía nació en La Plata, ciudad donde reside, en 1973. Estudió periodismo y se recibió de Comunicador Audiovisual en la Facultad de Bellas Artes. Es director de televisión y poeta. Entre sus publicaciones artesanales, tanto plaquetas como libros, figuran Hambre y amor (2009), Dios te salve (2010) y Fuego (2011), que recibió una mención a la calidad literaria en el I Concurso Nacional de Poesía Javier Adúriz. Su próximo libro, La realidad construida, forma parte de varias publicaciones multimediales. Como Comunicador Audiovisual, ha incursionado en formatos poéticos audiovisuales, como el Premio de Video Poesía de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (1997). Dentro de su obra documental se destacan El día que trajimos a Perón e Instalaciones, ambos films fuertemente ligados a la poesía. Es productor y columnista en Radio Estación Sur, donde, además, realiza entrevistas a poetas y diferentes hacedores de la cultura para el programa “Catarsis”.  Se identifica con la frase que universalizó el llamado Mayo Francés: “Estamos inventando un mundo nuevo y original; la imaginación ha tomado el poder”, de la cual se hace eco el programa radial mencionado.

Foto: Miguel D’Elía. Gentileza de Miguel D’Elía.

jueves, 23 de agosto de 2012

Norberto Antonio

















Escépticos

Era delito ser joven y no rebelarse,
tener lengua que habla pero no dice,
contemplar el cadáver de nuestro enemigo
con la conciencia del alma.

Hoy se ve un camino humeante de escépticos:
donde hubo cielo
no queda siquiera un azul culposo.

Debe haber para nosotros algún perdón
por habernos traicionado honestamente.


Oscuridades

Vienen de los setenta
corazones oriundos de la pena,
un ramo de contradicciones marxistas,
un rumor a cadáver vivo en el fondo de los días.
Las dudas eran nuestras,
podíamos reconocerlas
por un indecible olor a sombra,
verdades tan frágiles,
oscuridades no tan luminosas.
Nadie busca hoy las causas del dolor
ni tampoco será noticia mañana
la certidumbre de aquellas respiraciones agitadas.
No llegará el día en el que esta suavidad espinosa
nos depare un reposo habitable.


Montevideanamente

Era un piazzolla...

(como enamorarse o vendarse los ojos, que es lo mismo,
o un damasco sublime,
un terreno aún no conquistado por la desazón,
como silbar en medio de la desolación de Hopper,
una pasividad escandalosa,
un ocre, por ejemplo,
un otoño profuso, irrepetible y profuso,
o este morir viviendo, así, por dentro)

...montevideanamente melancólico.


Afasia

Lo mal dicho y lo ocultado,
lo que no se puede escuchar,
lo que obliga a hacer equilibrio
entre lo oído y lo escuchado,
lo que triste-mente carece de palabra,
aquello que insta al sordo a ser más sordo,
una voz deshabitada, afasia balbuceante,
y lo irrevelable,
lo acallado casi escondido,
lo que no alumbra ninguna estrella,
lo que disimula el reposo,
lo que jamás será grito ni aullido,
la sumisión que aparece en la pupila,
esta imposibilidad de decir
esto que aturde hasta orinar sangre
este canto muerto
este viento sin sonido.


Contornos

Todavía veo, puedo distinguir los contornos,
diferenciar una lágrima de una nube,
una rispidez camuflada de seda
de una mancha con intención de sangre,
un lunar de una gota de sudor
(la que sobrevive al hielo del fracaso),  
y atollado aquí seguir, en esta glándula gozosa,
mirándome soñar,
prestándole un día de mi vida
a las mujeres ajenas que cantan sin abrir la boca,
hasta que parpadeo
y el mundo deja de ser mío.


Pesadumbre

Había sido yo dos labios tristes,
un baudelaire inocuo,
me dolía aceptar la muerte de la tarde.
Ese modo de callar
por donde se cuela el inconsciente,
esa pesadumbre
de los muchos hombres que no he sido,
me trajo fríos del tamaño de lo trémulo,
y aunque siguen raptándome ciertos frenesíes
el piano de jarreth hizo reconciliarme conmigo.
Estoy solazado y no quiero dejar de estarlo,
voy camino a verme estremecido,
feliz no, estremecido.

Fuente: Sucre, libro inédito. Gentileza de Norberto Antonio.

Norberto Antonio nació en Rosario el 15 de octubre de 1951. Platense por adopción, reside desde muy joven en City Bell. Publicó los siguientes libros de poesía: La misma voz y todo el vicio (1984); Agua que enturbia la pupila (1996); Desesperadamente agua (2000); Paladar negro (2003); Cerca no es encima (2008) y Parece pero es (edición bilingüe, castellano - portugués, 2009). Para Norberto Antonio –señala Rafael Felipe Oteriño– la poesía es una réplica al orden establecido. O, mejor dicho, la voz de lo otro que no encuentra lugar en dicho orden. Pone en contraste la libertad, de la que se sabe portadora, con la vida convencional que, a su juicio, la rechaza y niega. De donde opera a modo de afrenta, renovando la vieja querella entre la aventura y el orden. El movimiento poético que la encuadra está del lado de las vanguardias, en cuanto muestras de lo nuevo, lo fresco y lo inesperado. Pero como también es resultado de lecturas, no cuesta adivinar el influjo de una tradición también rebelde: la romántica.”

Foto: Norberto Antonio. Fuente: Gentileza de Norberto Antonio.

sábado, 18 de agosto de 2012

Carlos Aprea





















Ceres

Un abucheo de chicharras
confundió nuestros pasos,
así huimos 
de las grandes avenidas
iluminadas por la luna llena.
En plena noche, en la estación vacía,
escuchamos campanas de advertencia:
infinitos vagones, rigurosamente sellados,
cargados de roca molida
arrancada a las montañas.
Los hermosos trenes de la infancia
huyendo como oscuros criminales 
hacia los grandes puertos de embarque,
dejando una estela extraña,
el acre olor de una vergüenza.


Plata

Los palacios y las calles de Plata
brillan como espejos
y forman laberintos
entre imágenes reales, sus reflejos
y los reflejos de sus reflejos
donde sus contados habitantes
se observan
y se multiplican con recelo.
Sólo el forastero
en paz consigo mismo,
puede escapar a su encantamiento
y regresar
a la cerrazón sin brillos
de los caminos.


En Ronda

En Ronda los días son más largos
y la vida más lenta,
todos saben esperar,
y no matan el tiempo,
lo distraen
regando historias
de viajeros ansiosos
y exploradores implacables
que, por pura prisa,
no dejan florecer los deseos,
y acaban
con los dones del lugar,
las tardes frente al río,
y los contadores de historias.


El horizonte desde la Bahía

En Bahía Desolación
el sol es tan tenue
que lo tratan como a un prematuro.
Recién nacido
del vientre helado de la tierra,
lo miran de frente
apenas amanece,
y le murmuran palabras con firmeza
para que se digne a calentar el día,
le ofrecen espejos y oropeles,
salmos y rogativas,
y esperan en silencio
mientras sube al cenit.


Caletón Blanco

Zigzagueando las sombras de la luna,
sobrepasados de ron y alegría,
canturreamos en la noche cálida
del dulce Lagarto Verde. Brota de las botellas
un largo son para los vivos y los muertos,
aquellos que fueron parte del camino.
Iluminados por las noctilucas
y la mudable luz del mar,
al filo de un largo día,
somos jinetes inesperados
sobre el lomo arisco de la felicidad.

Fuente: Pueblos fugaces, libro inédito. Gentileza de Carlos Aprea.

Carlos Aprea nació en La Plata en 1955. Cursó estudios en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP. Es Técnico Químico y cofundador de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la UNLP. Comparte su condición de poeta con la de actor, autor y director de teatro. Publicó tres libros de poesía: La intemperie (1999), Abrigo (2006) y La camisa hawaiana (2010). En 2009 dio a conocer, conjuntamente, las siguientes plaquetas: Conociendo gente se viaja, El pájaro de las cinco y media, This is the end, week end, Política líquida y Teatros. Algunos poemas y textos diversos de su autoría aparecieron también en compilaciones poéticas y revistas culturales como Talita, El Hormiguero, El Espiniyo, Pasajes y Sismo Trapisonda, entre otras. Vive en el barrio Villa Elvira de su ciudad natal.

Foto: Carlos Aprea. Fuente: Gentileza de Carlos Aprea.

martes, 14 de agosto de 2012

Raúl O. Artola





















Una noche

Iluminados a carbón de leña,
jodidos de frío,
con el corazón prieto,
juntos bajo la única frazada,
tomados de las manos,
espantando fantasmas ajenos,
hemos rezado
en un idioma extraño,
coramina y grial,
dulcamara y leviatán,
esperanza sin razón.
De madrugada,
los leños florecieron
como una zarza ardiente.
Habíamos cambiado
el anhídrido carbónico
en oxígeno purísimo.
Salve, dijo el mirlo
en la ventana.


* * *

Un poeta vive enamorado
de imposibles:
una mujer o una estrella,
o sea:
las palabras
que las nombran,
su carruaje en llamas.


Prendas personales

Repaso fotos viejas
que aún me representan.
Han cambiado muchas cosas
el tiempo hizo su trabajo
sin indultos ni crueldad.
Al rato reconozco
todas las camisas
que conservo
en distintos grados
de buen uso.
Y la sonrisa
ese lazo tendido
entre labios
y mirada
creo que también
anda por allí
en cajones del ropero
al abrigo del invierno
de los otros.


Letra y música

Estrella dice
que no hay personas
desafinadas.
Lo demuestra con los coros
en una cancha de fútbol.
Lázaro asegura
que es más fácil
tocar jazz
que no tocarlo.
Vinicius soñaba
que la poesía
es una prostituta
que le regala
sus calzones
a quien se atreva
a sacárselos.


Borges y yo

En tres cosas me parezco
mucho a Borges:
de chico dibujaba
tigres copiándolos
de libros de zoología,
no tengo una gota
de sangre italiana
y siempre pensé
que era inmerecido
el festejo
de mi cumpleaños.
Hay una cuarta cuestión:
yo también me di un golpe
en la cabeza
contra una ventana.
Lo hice a propósito
pero no funcionó.
No pude escribir
otra versión
de Funes el memorioso.


* * *

La poesía es un toro de lidia en el ruedo, solo,
vestido con su traje de luces

Fuente: Gentileza de Raúl O. Artola.

Raúl O. Artola nació en Las Flores, Provincia de Buenos Aires, en 1947. Durante su juventud, vivió, estudió y trabajó en La Plata. Desde 1975 está radicado en Viedma, Provincia de Río Negro. Es periodista, narrador, poeta, docente y editor. Publicó Antes que nada (poesía, 1987), Aguas de socorro (poesía, 1993), Croquis de un tatami (Premio Madres de Plaza de Mayo, poesía, 2002) [teclados] (poesía, 2010), El candidato y otros cuentos (narrativa, 2006), libro premiado en el XXIII Encuentro de Escritores Patagónicos de Puerto Madryn, y La periferia es nuestro centro. Apuntes sobre política, cultura, territorios y experiencias (ensayo, Espacio Hudson, colección El Extremo Sur, 2011). Compiló, además, Poesía / Río Negro - Antología Consultada y Comentada. Volumen I (Fondo Editorial Rionegrino, 2007), que reúne a 23 autores, y dirigió la revista-libro El Camarote – Arte y cultura desde la Patagonia entre 2004 y 2010. Actualmente, administra el sitio web La mojarra desnuda (www.mojarradesnuda.com.ar).

Foto: Raúl O. Artola. Fuente: Gentileza de Raúl O. Artola.

viernes, 10 de agosto de 2012

Roberto Themis Speroni

























Soneto a la paloma que maté de niño

Todavía conservo entre las manos
el pequeño temblor de tu agonía,
y tu cuerpo de luz, donde cabía
la forma de los aires provincianos.

Herido ante un aliento de manzanos
cayó tu corazón, y el mediodía
se quebró en tu garganta y en la mía
con dolores opuestos y lejanos.

Dejé tu muerta azul bajo el ciruelo.
El verano cruzaba por el cielo,
jinete en un delgado escalofrío.

La infancia se me fue con el asombro:
por eso, cuando en pájaros te nombro,
tu corazón regresa con el mío.


15

Que un labrador sostenga mi entrecejo
mañana, cuando muera: que mi gente
se llegue con sus carros y sus perros,
sus cuchillos y el duro pan del día,
a esperar que termine el solitario
de morirse después de tanta muerte.
Los hijos en su sitio. Las avispas
en su panal, la espiga sobre el tallo,
la veleta en el viento y las palabras
dobladas en la boca. Todo en orden.
Un cazador vendrá. Será mi padre.
Que deje su fusil sobre la mesa.
Hay que darle una copa y dos botellas
de vino moscatel y diez cartuchos
con la pólvora seca para el viaje.

Y nada más. Saldremos con el alba
luego de los saludos. Que mi hermano
le pregunte a mi padre por el tiempo
y el día del retorno, que sin duda
será para el invierno,
cuando lleguen los ánades y el frío.


Soneto a Paula

Para que alguna vez cuando yo muera
digas: "El cazador, el silencioso..."
te he de explicar por qué no maté al oso
cuando tu voz ansiosa lo exigiera.

Primero, yo no mato en primavera;
segundo, en el invierno duerme el oso;
tercero, en el verano es tan gracioso
que no puedo matarlo aunque quisiera.

Por eso, Paula, quiero que te acuerdes
de un viejo cazador con ojos verdes,
que dejó su fusil y su cuchillo

para contarte una pequeña historia,
sin oso, sin angustia, sin memoria,
un cuento, nada más, claro y sencillo.


Dice Facundo Quiroga

Reinafé me cubrió con su granizo
y a Reinafé lo espero todavía.
Soy Facundo Quiroga. No hay un guía
que se atreva a pisar donde yo piso.

Tuve en La Rioja infierno y paraíso
con sangre, piedra y sol de profecía.
En Yaco no murió mi travesía.
Y si así fue, será porque Dios quiso.

De Rosas nada sé. Poco me importa.
“Para una espera larga, vida corta”,
me han dicho en oro limpio mis paisanos.

Aquí estoy y de aquí ya no me muevo.
No necesito potro ni relevo.
Lo espero a Reinafé y a sus hermanos.


Pregúntenle a una rosa...

Pregúntenle a una rosa por qué corre,
a un niño por qué arroja las ventanas,
a un muerto por qué ronda, a un argentino
por qué se manifiesta en las paredes,
por qué para reír tuerce la boca
y al sollozo lo cubre con espumas
de vino primitivo. Si, pregunten,
indaguen, no se duerman, no rehúsen
investigar la fruta vergonzosa
que se pasan los unos a los otros
detrás de las espaldas, a hurtadillas,
con la complicidad de los avisos
de la televisión y la tragedia.

Pregúntenle a las camas por qué el semen
siempre dibuja gotas de tristeza;
por qué los lustrabotas tienen caries,
y por qué las muchachas de noviembre
se masturban con discos bailarines,
en lugar de acostarse en la provincia
calurosa y feliz de los racimos.

Pregunten día a día. No reposen,
no relajen los tuétanos, no dejen
que se demore la verdad. Mañana
es muy probable que amanezca mudo
mi cuestionario intenso de poeta.
Me tienen que ayudar. Salgan ustedes
a preguntar por qué, casa por casa,
hombre por hombre, insecto por insecto.


Veo a los buhoneros...

Veo a los buhoneros, a los dulces
acróbatas del hambre, a los viajantes
de la necesidad; veo a la gente
empujando cadáveres, creyendo
que el aceite es mejor que la tizana,
que la duda es muy útil para el hombre;
los veo echarse tierra en las encías,
masticar cualquier cosa; los observo,
los oigo discutir, dar palmetazos,
ser felices con sólo tres lentejas,
con una cama, con un nombramiento,
condecorados a pesar de todo,
hechos a una molicie activa y sucia;
dispuestos a discursos, a diagramas,
a cambiarse la cara por un hueso,
por el espaldarazo de un imbécil.

No sé qué hacer con mi melancolía;
ya no sé de qué hablar. Estoy cansado.
Sólo en un rostro vi fuegos extraños.
Pero estaba en un sueño de la infancia.


Itinerario del poeta

a Pedro Aurelio Fiori,
donde se encuentre.

Le regalaron pan, le dieron sopa,
y consejos de otoño para el viaje.
Causaba gracia. Todo su equipaje
cabía en el formato de una copa.

Igual se fue. Debajo de la ropa
su corazón sin tierra ni hospedaje.
Un sombrero a la altura del paisaje
y los pies recubiertos con estopa.

Anduvo largos años. De mendigo,
llegó a ser rey (y es cierto lo que digo),
aunque no tuvo ni corcel ni heraldo.

Lo vieron regresar; lo conocieron
y, sabiendo lo mucho que supieron,
en vez de sopa le ofrecieron caldo.


Canto Nº 5

He asesinado liebres, mariposas,
campanas, esmeraldas; he cortado
los ojos del geranio y los jacintos,
y nadie me ha juzgado todavía.
He quemado cabellos y cortezas,
piedras de amor, caballos de aventura,
líquenes y tristísimas espadas,
y la gente se ha vuelto a saludarme
con la mano feliz, como si fuera
en realidad un hombre, un ser perfecto,
jugando con su torre y su navaja.

¿Es que no saben ver al solitario,
al dios que tiene reventado el seso
y la sangre comida por hormigas
de brillante metal...? ¿Es que no saben
hundir el ojo en un juncal de miedo
donde está la verdad, casi desnuda,
sostenida por trágicos bejucos...?
Sin embargo, yo soy el asesino,
y ellos siguen torciendo los sombreros
y poniéndose un ángel en la boca
para darle vejez al solitario.
Solamente mis hijos lo comprenden;
mis hijos y mi hermano que está lejos,
y también mi mujer, con sus medallas,
llenas de sangre oscura y de paciencia.
–¿Hoy qué has muerto...? –me dicen.
–¿Qué has quebrado?
Y yo, feliz, sonrío y les respondo:
–Un coleóptero azul, una ciruela,
las caderas de Dios, el pez del viento.

Fuente: Speroni. Poesía completa, Ana Emilia Lahitte, edición de la Municipalidad de La Plata y el Colegio de Escribanos de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1982.

Roberto Themis Speroni nació en La Plata el 29 de septiembre de 1922 y murió en City Bell el 28 de septiembre de 1967. Su obra poética publicada comprende los siguientes libros: Habitante único (1945), Gavilla de tiempo (1948), Tentativa en la luz (1951), Tatuaje en el viento (1959), Paciencia por la muerte (1963) y Padre final (1964). A estos debe sumárseles Un poeta en el hueso del invierno, extenso poema dividido en seis cantos e incluido en Veinte poetas platenses contemporáneos (1963). Speroni dejó, asimismo, una gran cantidad de poemas inéditos que fueron compilados, en parte, por Ana Emilia Lahitte y publicados en dos tomos con el título Roberto Themis Speroni en 1975. La obra contiene un estudio de la autora y fue reeditada en un solo volumen como Speroni. Poesía completa, al cumplirse, en 1982, el centenario de la fundación de la capital bonaerense. (Hay una reedición del primer tomo realizada por la editorial Ciudad Gótica, de Rosario, declarada de interés por la Comisión de Cultura de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, que data de 2005.) Luego de la muerte de Speroni, Sudamericana-Planeta dio a conocer su novela El antiguo valle (1985). Permanecen inéditos tres novelas más, un libro de cuentos y un ensayo sobre la obra poética de Alberto Ponce de León, entre otros textos. Alguna vez, Speroni se refirió a sí mismo con estas palabras: “Nació en La Plata, murió repetidas veces en cualquier lugar, no se arrodilló ante nadie, salvo ante el amor y la tragedia. Fue un dado ciego en un cubilete de hierro, un perro en soledad, una campana orgullosa y ronca...”  Su indignación frente al dolor, su sed de verdad y de justicia, su honesta y valiente rebeldía, dieron a su voz –tierna o estentórea, según el caso– un tinte singular que la hace insoslayable. Speroni fue, sencillamente, un “muchacho puro y hosco”, como lo definió Osvaldo Rossler; jamás mendigó recompensas ni persiguió “el espaldarazo de un imbécil” para ser reconocido; quizá por esta razón no figura en muchas de las indecorosas antologías que pululan en nuestro medio. 

Foto: Roberto Themis Speroni. Fuente: Speroni. Poesía completa, Ana Emilia Lahitte, edición de la Municipalidad de La Plata y el Colegio de Escribanos de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1982.

martes, 7 de agosto de 2012

Horacio Núñez West





















Canción para celebrarte

Dulcemente vencido, reclinado sobre tu bello cuerpo,
con la frente caída como un grávido fruto
sobre tu corazón: dichoso y triste,
extrañamente niño mientras oigo
la música lejana de tu voz, de tu sangre
llena de flores rojas que se abren
al roce de mis labios;
ciego por el dorado
resplandor de tu piel, por el ardiente
sol que llevas en ti como una lámpara;
desvalido y lejano, rodeado
por la infinita soledad del mundo
y abrazado a tu cuerpo, temeroso
de que el amor no alcance a sostenernos
sobre tanto vacío.
Oh querida, oh pequeña o infinita comarca de ternura:
muchacha mía, sangre rumorosa
llena de tiernos pájaros que cantan
su pasión inocente.
La vida, el mundo empiezan
donde nace tu cuerpo, se iluminan
y se vuelven misterio inalcanzable
en lo alto de ti, sobre tu frente
asomada a las últimas estrellas.
Detenida en el centro de mi alma,
sobre mi corazón, que está vencido,
que quiere ser vencido, dulcemente
cambias mi oscura sangre fatigada
en vino claro y fuerte.
Mi cuerpo en una boca que te llama,
mi triste carne en sueño.


Poema inevitable

A veces nos ocurre
que en la mitad del sueño o desde el centro
de un instante feliz, mientras reímos
bajo la luz dichosa de la vida,
un súbito dolor, alguna pena
que se niega a morir, abre en nosotros
una grieta sombría.
El corazón se cierra, taciturno,
y antiguos rostros vuelven, nos acosan
llamándonos sin voz desde el olvido.
Hay tanta muerte dentro de nosotros,
tanto dolor callado, pero vivo,
tanta imagen hundida, tantos seres
que fueron y no son. Hay tanta sombra
de frustración cernida sobre el alma...
Pero la vida sigue y desde el mundo
nos llama con sus gestos, nos envía
su cegadora luz y nos engaña
una vez más y siempre.
Nos pone entre los labios
corazones dulcísimos, henchidos
de esperanzado amor. Ardientes soles
se encienden otra vez en lo profundo.
Y las penas se hunden en nosotros.
Se hunden más y más en nuestra sangre
hasta que ya dejamos de sentirlas.
Y volvemos al juego fervoroso
con la misma inocencia de otros días.

Fuente: Canto a la Provincia de Buenos Aires de Horacio Núñez West, Ana Emilia Lahitte, Cultura Bonaerense, La Plata, sin fecha de edición.

Horacio Núñez West nació en 9 de Julio, Provincia de Buenos Aires, el 29 de enero de 1919. Allí transcurrió su niñez, entre la ciudad y el campo, hasta que, siendo adolescente, se trasladó con su familia a La Plata. En esta ciudad vivió, trabajó y escribió a lo largo de unos treinta años. Entre 1968 y 1969 residió en Italia. De regreso en la Argentina, repartió su vida entre Buenos Aires y la localidad cercana de Benavídez. Su obra publicada se compone de los siguientes libros: Elegía para la muerte amiga (poesía, 1944), Edad de la nostalgia (prosa poética, 1952), Fábula de mi ser (poesía, 1957), Pausa ante el mundo (poesía, 1959), Canto a la Provincia de Buenos Aires (poesía, 1962), Situación del poeta moderno (ensayo, 1962) y Aproximaciones (poesía, 1972). Una selección de sus poemas, que incluye un estudio de Ana Emilia Lahitte, vio la luz con el título Canto a la Provincia de Buenos Aires de Horacio Núñez West (Cultura Bonaerense, sin fecha de edición), a fines del siglo pasado. Recibió, entre otras distinciones, la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1959) y el Gran Premio de Honor de la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires (1987) por la totalidad de su obra. Perteneció a la generación neorromántica del ’40. Murió en Buenos Aires el 3 de mayo de 2012.

Foto: Horacio Núñez West. Fuente: Canto a la Provincia de Buenos Aires de Horacio Núñez West, Ana Emilia Lahitte, Cultura Bonaerense, La Plata, sin fecha de edición.

sábado, 4 de agosto de 2012

Rafael Alberto Arrieta





















Lied

Éramos tres hermanas. Dijo una:
"Vendrá el amor con la primera estrella..."
Vino la muerte y nos dejó sin ella.

Éramos dos hermanas: Me decía:
"Vendrá la muerte y quedarás tú sola..."
Pero el amor llevóla.

Yo clamaba, yo clamo: "¡Amor o muerte!
¡Amor o muerte quiero!"
Y todavía espero...


El pasado

Aquel amigo de la edad primera
me visita. Descubro en su mirada
dura y glacial, la sombra abandonada
del que ha soñado mucho y ya no espera.

No sé qué duda grábase en su frente.
Mírame, calla y el silencio es hondo...
Tras de un olvido largo, nuevamente
busca mi corazón. Llama, y respondo.

¿Mi voz cordial despierta en su memoria
la confianza de días muy lejanos?
Sonríe apenas. Y me da sus manos
como se da la llave de una historia...

Fuente: Poesía de Rafael Alberto Arrieta, Editorial Eudeba, Buenos Aires, 1965.

Rafael Alberto Arrieta nació en Rauch, Provincia de Buenos Aires, en 1889. Luego de pasar su infancia en Europa, regresó a la Argentina y cursó estudios superiores en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y en la Facultad de Humanidades de La Plata. En esta ciudad fue, durante varios años, profesor de Literatura y Rector del Colegio Nacional y publicó su primer libro de poemas, por lo que estuvo estrechamente vinculado a la poesía y los poetas platenses; en particular, a la generación del 17, a la que bautizó como “primavera fúnebre”, dado que sus principales integrantes (Delheye, Mendióroz, Ripa Alberdi y López Merino) murieron antes de los 30 años. Presidió, asimismo, el PEN Club argentino y la Academia Argentina de Letras y se destacó como traductor y crítico literario. Bajo su dirección, fue publicada en 6 tomos, entre 1958 y 1960, la segunda Historia de la literatura argentina (la primera había sido obra de Ricardo Rojas). Como poeta dio a conocer Alma y momento (1910), El espejo de la fuente (1912), Las noches de oro (1917), Fugacidad (1921), Estío serrano (1926) y El tiempo cautivo (1947). Sus poemas fueron reunidos parcialmente en Antología poética (Espasa Calpe, Buenos Aires, 1942) y Poesía de Rafael Alberto Arrieta (Eudeba, Buenos Aires, 1965). Mientras en las primeras décadas del siglo XX en Europa arreciaban las vanguardias, Arrieta eligió mantener su afinidad con el modernismo y hacer una poesía sutil, musical y sujeta, preferentemente, a los moldes tradicionales. Murió en Buenos Aires en 1968.

Foto: Rafael Alberto Arrieta. Fuente: www.letras.edu.ar

miércoles, 1 de agosto de 2012

Pedro B. Palacios (Almafuerte)





















Confiteor Deo

I

Aquel Moisés enorme que dijo un día,
«Para que Adán impere vibró lo Eterno»,
Hizo la más profunda filosofía...
¡Entre pecho y espalda nos puso un perno!

Por eso yo no canto, como las aves,
Fanfarrias vocingleras a la Natura:
Las notas de mis versos son notas graves
Como las de los Salmos de la Escritura.

Para mí las palabras siempre son bellas
Y siempre de cualquiera se saca fruto:
La más vil, la más vana de todas ellas
Contiene la presencia de lo Absoluto.

Como las vibraciones de un necio ruido,
Ni Wagncr ni Rossini me dicen nada;
Pero, si por acaso, gime un gemido...
¡Me traspasa las carnes como una espada!

Que las aguas relumbran como un espejo.
Que los cielos sonríen y se coloran...
¡Todos esos primores yo los motejo
Desde la cueva misma de los que lloran!

Yo miro el Universo pasar delante...
Como a pelusa tonta, sin que me asombre:
Soy profeta, soy alma, soy como el Dante...
¡Yo no siento más vida que la del Hombre!

V

Por más que me comparo con todo el mundo
Yo no doy con el tipo que bien me cuadre:
Soy el llanto que rueda sobre lo inmundo...
¡Yo he nacido, sin duda, para ser madre!


Siete sonetos medicinales

I ¡Avanti!

Si te postran diez veces, te levantas
Otras diez, otras cien, otras quinientas...
No han de ser tus caídas tan violentas
Ni tampoco por ley han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas
Asimilan el humus avarientas,
Deglutiendo el rencor de las afrentas
Se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
Nada más necesita la criatura,
Y en cualquier infeliz se me figura
Que se rompen las garras de la suerte...

¡Todos los incurables tienen cura
Cinco segundos antes de la muerte!

II ¡Piu avanti!

No te des por vencido, ni aun vencido,
No te sientas esclavo, ni aun esclavo:
Trémulo de pavor, piénsate bravo,
Y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido,
Que ya viejo y ruin vuelve a ser clavo;
No la cobarde intrepidez del pavo
Que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora,
O como Lucifer que nunca reza,
O como el robledal, cuya grandeza
Necesita del agua y no la implora.

¡Que muerda y vocifere vengadora
Ya rodando en el polvo tu cabeza!

VI ¡Vera violeta!

En pos de su nivel se lanza el río
Por el gran desnivel de los breñales;
El aire es vendaval, y hay vendavales
Por la ley del no fin, del no vacío;

La más hermosa espiga del estío
No sueña con el pan en los trigales;
El más noble panal de los panales
No declaró jamás; yo no soy mío:

Y el sol, el padre sol, el raudo foco
Que fomenta la vida en la Natura,
Por fecundar los polos no se apura,
Ni se desvía un ápice tampoco...

¡Todo lo alcanzarás, solemne loco,
Siempre que lo permita tu estatura!


Gimió cien veces

I

Sonreían los mundos con que la Noche
Decora las tinieblas con que se viste,
Y el Alma del Presidio, como un reproche,
Sonando sus grilletes, cantaba triste:

“Yo no tengo, ni tuve, ni tendré nunca,
La mirada tranquila del inocente:
Soy el ser vacilante, la vida trunca,
La bestia incorregible, la luz ausente.

“Sobre mi pulpa lacia no dejan rastros
Las pasiones primarias, la vida tierna:
Las miro, cual pudiera mirar los astros
Desde las lobregueces de una cisterna.

“Mi niñez maliciosa ya era un armiño
Que hubiesen repudiado los albañales:
Nunca fui candoroso, nunca fui niño.
Nunca viví la aurora de los pañales.

...

“En el radiante cielo de las pasiones
Yo soy un miserable globo cautivo:
Para un solo deseo forjo ilusiones...
¡Para una sola infamia me siento vivo!

II

...

“Mis horas más risueñas me pesan tanto
Como las formidables del Crimen mismo:
Me invaden mis tinieblas, me causo espanto,
Me atrae, me desvanece mi propio abismo.

“Padre, hijos, hermanos, patria, progreso,
Lucha por una idea, por una palma...
¿Qué valen? ¿qué me importan?... ¡Si todo eso
No vive dos segundos dentro de mi alma!

...

III

“Oh, seres nivelados, porque son chirles,
Que desde sus remansos odian mis penas:
¿Les dije yo a mis padres... pude decirles
Que amasaran mis carnes con azucenas?

“¿Desde la Luz Primera no estaba escrita,
Profunda, palpitante, mi hora malvada?
¿O la Mente Suprema no es infinita,
Ni dirige los tiempos, ni piensa nada?

“¿No gime ya bastante mi hediondo bofe
Bajo sus doloridos grumos infectos,
Para que se permita que me apostrofe
La pureza sin lucha de los perfectos?

...

IV

“¿Acaso con probarme, día por día,
Que el Crimen es de cieno y el Bien de plata,
Van a torcer un punto mi vesanía,
Van a domar la fuerza que me arrebata?

“Si yo soy de las vidas que no convienen,
Si yo soy el que mancha y el que desquicia...
¿Por qué no me suprimen? ¿Por qué me tienen
Sujeto a la picota de su justicia!

“Si soy un vil detritus: a la basura
Hay que ponerla en hornos y hay que cremarla...
¡No meterla en fanales, porque es impura,
Y en frases lapidarias apostrofarla!

“Ellos son la más alta soberanía.
Sus juicios solamente son los que imperan;
Y en vez de fulminarme... ¡por cobardía.
Me reducen, me rapan y me numeran!

“Para evitar las iras, que temen tanto,
Del Único, Supremo Fautor de todo
¡Me azotan en el alma, con odio santo:
Ensucian, envilecen mi propio lodo!

V

“¿Adonde están los sabios de noble cepa,
Que mirando en mi suerte la misma suya,
No inyectan en mi sangre, sin que yo sepa.
La ponzoña bendita que me destruya?

...

“¿Por qué los que me quieren, esos sencillos
Amigos de mi pago que me visitan,
No envenenan un día los cigarrillos
Y las doradas frutas con que me invitan?

“¿Por qué el gendarme armado, rígido y yermo,
Que custodia mi puerta fusil al brazo,
En un arranque heroico, mientras yo duermo,
No me tritura el cráneo de un culatazo?

“¿Por qué mis viejos padres no me redimen,
Y en esta misma celda sola y callada,
No cargan con lo suyo, que fue mi crimen,
Y me dejan lo mío, que fue la Nada?

“Malhaya, sí, malhaya la Providencia,
Que amasó con escoria los corazones...
¡Y les dejó los ojos de la conciencia
Para juzgar las propias aberraciones!”

Sollozaron los astros con que reviste
La noche taciturna sus lobregueces,
Y el Alma del Presidio, triste, muy triste,
Triste como la muerte, gimió cien veces.

Fuente: Poesías completas, Almafuerte, Claudio García Editor, 1917.

Pedro B. Palacios (Almafuerte) nació en San Justo, Provincia de Buenos Aires, el 13 de mayo de 1854. Cargó una infancia y una adolescencia difíciles. Su madre murió cuando él tenía apenas 5 años y su padre lo abandonó poco tiempo después. Debido a esto, pasó a vivir con una tía paterna en Buenos Aires, que se ocupó de educarlo. Residió en La Plata entre 1886 y 1889 y, luego, desde 1904 hasta su muerte, el 28 de febrero de 1917. Fue poeta, escritor, maestro rural (aunque no contaba con título académico), profesor de dibujo y periodista. En La Plata, trabajó en la Cámara de Diputados bonaerense y ejerció el periodismo en el diario Buenos Aires; posteriormente, llegó a dirigir el diario El Pueblo. Durante su vida, sólo dos libros dieron cuenta parcial de su copiosa producción poética: Lamentaciones (1906) y Poesías (1916), este último con prólogo de Juan Más y Pí. Otro libro, titulado Poesías completas, con prólogo de Alberto Lasplaces, apareció en Montevideo el mismo año que murió. Desde entonces, son numerosas las publicaciones que han venido recopilando su obra, que incluye, entre otros títulos, Confiteor Deo, Siete sonetos medicinales, Dios te salve, La inmortal, El Misionero, Cristianas, Cantar de los cantares , Apóstrofes, Milongas clásicas, Gimió cien veces y La sombra de la patria. Según María de Villarino, Almafuerte “se sintió un alma elegida y signada por una predestinación mesiánica. Y se erigió en apóstol civil. Como tal cantó, imprecó, dijo, maldijo, condenó los vicios, la vanidad, la corrupción, el poder, y exaltó las virtudes ideales del hombre y la reivindicación del pueblo por la dignidad y la justicia, el amor y la piedad”. Si bien por edad Almafuerte perteneció a la generación del 80, poco tuvo que ver con la misma. Su poesía excede el romanticismo del que se nutrió y resulta tan inclasificable como su singularísima personalidad.

Foto: Busto de Almafuerte, obra de P. Godoy, ubicado en la rambla de avenida 66, entre 5 y 6, en La Plata, frente a la que fue la casa del poeta, hoy convertida en museo. Fuente: C. C.