martes, 10 de julio de 2012

Abel Robino




















Vincent, el jardinero

Era un jardinero sin gloria
conocía bien las técnicas del injerto,
corte con oficio y sin titubeos,
luego ceñir las partes.
Aquel día fueron tres,
una cabeza pálida,
un autorretrato que después los millones
blindarían
y el humilde oficio del asesino propio.
Todo
grosero amarrado con lienzo para sábanas.
 
–Las heladas suelen ser peores que la fama–.
(Y él, él se descuidó).


Estudio de la esperanza            
                                               
Éramos creyentes, o no.
El ejercicio práctico se ponía en marcha
con ese balde con agua,
ídolo de lata galvanizada,
una superficie espejante, resbaladiza, traicionera.

Convencidos, 
sin más vueltas, lo increpábamos: 
“Recibe la rata que te arrojamos”,
y con los ojos clavados en el animal
veíamos el pasmoso consentimiento con que nadaba:
8 horas en círculos concéntricos,                                                                                  
antes de dejarse ir a pique.

Entonces,  
algo imprevisto incitaba a manipular 
alguna especie de salvación,
y corregíamos la experiencia.
Arrojábamos a la próxima sentenciada,                                                                               
antes de la octava hora fatal, 
una maderita donde volviera 
por unos minutos a un experimental sosiego,
para quitársela y comprobar fácilmente
que esos órganos desesperados 
resistían flotando 40 horas más.

Como si lo que está compuesto de carne y chillidos
lo fuese también de memoria y espera.
Los cuerpecitos al fin de cada sesión de trabajo
se arrojaban a las cloacas.
En cuanto a nosotros,
suponiendo que investigábamos sobre la esperanza
habíamos empezado a estudiar la crueldad.


Stalkeriana*

a Horacio Castillo y César Cantoni

Nos acercamos tocando la bocina de los automóviles,
con alaridos de estadio, insultando como se debe
a un adversario que no conocíamos.

Nos acercamos a aquel lugar
inalterado, oscuro, insondable,
con la única intención de provocar a lo que allí vive,
y el horror nos heló la espalda
ante aquella fuerza despabilada, echándose sobre nosotros.

Fue sálvese quien pueda.
Algunos recurrieron, para contarlo a la prensa,
al pasaje donde un Sansón bíblico toma una quijada de asno
y arremete contra los filisteos.

Pero la verdad es que nadie había visto
más que la cara de su propio miedo.

Todos los domingos volvemos a mirar aquel lugar desde lejos,
pensando que es posible morir felices; 
quizá hay un estratégico lugar el más allá
donde se arenga sin voz,
donde se gesticula sin brazos,
donde se podría derrotar a lo invisible con lo invisible.

*El título hace referencia a la película de Andrei Tarkovsky, "Stalker". El poema apareció en la antología de la poesía y el cine de Héctor Freire (Buenos Aires, 1999).


La cuidadora del sueño

Me dormía rogando:
Ojalá que el sueño dibuje la cara de mis muertos.
Entonces ella, desesperada, me extirpaba la nostalgia,
advirtiendo: 
Cuidado, las imágenes no son objetos, son actos.
Me dormía para acurrucarme con los míos,
para caer del lado de lo perdido, de lo que ya nunca existirá,
y sólo ella, como quien cura una herida, profería:
Ya basta de pensar con los colmillos.
Me dormía para que el sueño del pasado me venciese  
y a lo lejos la oía llorar, la oía enloquecer repitiendo:
Tan sola estoy que cuando me encuentro en los espejos 
me sonrío.

Cada noche y cada día me arrojaba más allá del olvido
y sólo ella desvelaba el mundo repitiendo aquellos versos:
Seguir el mal es seguir la sombra del bien;
el odio es más puro que el amor, pero, ¿qué importa?
Seamos felices e impuros.
La última vez que me tomó entre sus brazos,
se despidió diciendo:
Ésta no es la carne que me prometió mi alma.
Me dormía para no despertar.


Jugador empedernido en Songzhuamg comenta

En la mesa del envite, se es apostador y apuesta.
Es un sueño donde te desdoblas y sos más,
repitiendo el mismo sueño.

¿Amantes?
-Una sola claro, la insolencia del pensamiento que trasgrede,
esa de todo por nada, nada por todo.

-Sí, he visto apuestas insólitas, claro que sí,
una cabellera de niña adolescente recién tonsurada,
una esposa impávida, y hasta
un oasis y sus palmeras cargadas de dátiles.

-El bienaventurado mientras gana siempre tendrá
un amigo que lo exalte, lo alabe, lo haga reír.

-El jugador nace de dar vuelta sus bolsillos
para perderlo todo, ¿aborto o nacimiento?
¿Recién nacido o feto? Vaya uno a saber quién se es.

-Pero en las historias siempre algo maldice
desde un rincón oscuro
(donde se posan los demonios en China).

-Al desventurado cuando lo echan sin un peso a patadas,
siempre tiene un amigo que se esfuma,
y ese desaparecer, justo para no agravar los hechos,
es también una delicadeza oriental.

Fuente: Gentileza de Abel Robino.

Abel Robino nació en Pergamino el 7 de octubre de 1952. Es poeta y artista plástico. Estudió en la Facultad de Bellas Artes de La Plata. En esta ciudad fundó en 1977 el Grupo Literario Latencia. Es Master en Artes Plásticas. Desde 1982 reside en Francia. Publicó los siguientes libros de poesía: Obsesión (1978); Las especies de la noche (l982); El estado de la quietud (1986); Hiel por hiel (1997) y Poemas (2004). Como artista plástico ha expuesto en varios países de América, Europa y Asia, entre ellos: Argentina, Brasil, Cuba, Francia, Bélgica, Alemania, Suecia y China (Beijing y Shangai). Su poesía es reveladora de la más cruda realidad y se halla atravesada por el doble exilio que implica estar en el mundo y vivir lejos de la propia tierra. El desarraigo y la orfandad, derivados de esa situación, constituyen el trasfondo de su creación más reciente. Robino mira el mundo y se mira a sí mismo de manera irónica y descarnada, sin piedad ni autoconmiseración, pero también sin reproches. Para Osvaldo Picardo, la suya es “una voz bestial que se sabe traicionada por su propia sombra proyectada sobre la hoja de la poesía”. Todos los poemas publicados en esta página pertenecen a Esa sequedad que fluye, libro inédito.

Foto: Abel Robino. Foto original de Francisco Javier Lorenzo Yubero. Tratamiento y retoques de Delfina Gil Soria. Fuente: Gentileza de Abel Robino.

4 comentarios:

  1. Qué bueno encontrar tu blog, César. No nos conocemos, yo vivía en La Plata (ya no) y un amigo me acercó un libro tuyo y tuve la posibilidad de leerlos.
    Pensé que no tenías un blog personal. Lo celebro
    te invito a su vez a ver mis producciones en http://fergusoncalvino.blogspot.com

    Nos estaremos leyendo

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    1. Gracias, Férguson, por comunicarte. El blog lo abrí recientemente con la idea de difundir la poesía de La Plata. De a poco, trataré de ir mejorándolo. Ya paso por tu blog. Y, por supuesto, nos estamos leyendo. Un saludo cordial.

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  2. Soy quien soy y náufrago digital encontré tus poemas. Lo pasé muy bien.¿Cómo andás para una entrevista para mi audición? Te van datos para
    que evalues y me lo hagas saber.
    Mi blog:
    www.peicovich.com
    Mi mail
    peicovich@gmail.com
    Gracias
    Va mi abrazo
    Esteban

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  3. Acabo de escribir:
    Éramos lo que creíamos que éramos
    Silencios y misterios
    Algunas sinrazones
    Y el oleaje de la sangre
    A algunos les toco el exilio
    Algunos ni siquiera lo pensamos
    El exilio es cierto pero no siempre
    Algunos se exilian de si mismos
    Y creen ser los verdaderos exiliados
    Sin saber que los verdaderos suelen volver
    O aun lo anhelan sin decir que lo son.

    Juan Carlos Gago

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